En la anterior entrada hemos descrito la construcción y próspera existencia que tuvo el Palacio de Coudenberg durante 6 siglos. Un palacio ducal bruselense con una incrementada referencia europea en términos de monarquías con el tiempo forjadas. Un período de esplendor hasta que un incendio en el año 1731 acabó con el mismo. Lo que queda del palacio son únicamente los vestigios bajo tierra. Pero no es lo único de valor. De un menor tamaño, una colección de objetos con gran valor arqueológico e histórico están presentes e incluidas en la visita.
Por ejemplo, puedes ver cómo se servía la cerveza de palacio del siglo XVI, cómo eran los cañones transportables o sorprenderte con algunos ejemplos de la cristalería más lujosa de Bruselas de la época.
Probablemente uno de los momentos más apoteósicos del Palacio comenzó con el reinado de Carlos V. Con la llegada de materiales exclusivos del Nuevo Mundo, muchas habitaciones fueron decoradas con objetos aztecas, impresionando a los huéspedes. Cuadros de Tiziano (el pintor favorito del gantés) y los famosos tapices flamencos colgaban de las paredes de las distintas salas. Bruselas, como lugar de la corte para entonces, fue la ciudad culminante del arte en Flandes con inumerables colecciones. Muchas de estas obras fueron llevadas a España con la abdicación del emperador.
No obstante, mantuvo otras grandes joyas: pinturas, armaduras, mobiliario, decoración… pero que desaparecieron y solo unos cuantos restos del Aula Magna y del edificio de vivienda fueron recuperados. Son estos pocos objetos los que nos aportan algún valor histórico para poder referirnos a la sociedad bruselense de la época, y en especial, a la corte: la cubertería utilizada, los materiales más valiosos como joyas, collares, piedras preciosas…
La visita está incluida en la entrada al Palacio Coudenberg (5-7€) y se encuentra en el llamado Palacete de Hoogstraeten. ¡Es la última etapa del recorrido y es curioso porque se accede bajo tierra!
Algunos datos curiosos de la colección. Pensemos… ¿Qué es lo que más se consume en Bélgica? La cerveza. ¿Y en un palacio del siglo XVI? La cerveza también. En grandes botijos de céramica individuales. Aunque cabe decir que el uso del botijo no era exclusivo de la cerveza, también se conservaba vino o aceite. Estos se reconocen gracias al grabado de un hombre con barba en la parte superior, en el cuello. Por eso se les llama botijos “bartmann“.
También hay porcelana proveniente de China y pequeños objetos decorativos con dibujos mitológicos y religiosos. Algo también característico es la pequeña colección de vasos y copas de cristal, la mayoría incompletas, pero suficientemente visibles para ver que, después de investigaciones, estaban hechas del famoso cristal veneciano.
Se pueden ver así mismo distintas armaduras, cascos militares, un cañón transportable y una placa de chimenea con el escudo de armas de los gobernadores Alberto e Isabel.
Llaves, picaportes, botones y monedas completan la colección.
Todos estos objetos nos dan una idea de la vida de palacio que se disfrutaba en los cuatro edificios que formaron el palacio de Coudenberg y que sin duda fue uno de los lugares más lujosos del norte de Europa en el Renacimiento.
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