Entre las primeras cosas que las personas visitan en una ciudad nueva, están los museos. Por mi parte, he de admitir que no soy una de ellas. Me interesa más andar, los miradores, los restaurantes, la arquitectura de las casas donde realmente vive la gente, los edificios históricos… Bueno, si me habéis estado leyendo ya lo sabréis. Algo que me cautivó de Bruselas es que precisamente, el arte también vive fuera de los museos, por ejemplo en sus cómics o en los graffitis de los muros. El arte que más disfruto es el que está en las calles, lo que muchos consideran arte urbano. Y bien, la ciudad tiene incluso un museo convencional para apreciar esta cultura urbana: bienvenidos al MIMA (Millennium Iconoclast Museum of Art).
¿Por qué no parece un museo?
Situado en el canal entre Dansaert y Molenbeek-Saint-Jean, su local cuenta su propia historia. Aprovechando la apertura del canal para favorecer el comercio con Charleroi en el S.XIX, muchos empresarios instalaron sus fábricas en esta área. Fue el caso de los hermanos Coster, que trasladaron su cervecería de Geuze aquí en 1916. El edificio se remodeló y amplió en varias ocasiones, y el negocio logró sobrevivir a las dos guerras mundiales.
Sin embargo, la familia acabó vendiéndolo, por lo que en 1980 la cervecera Belle-Vue se instaló por unos cuantos años. Inutilizado cuando deslocalizaron este negocio unos años más tarde, terminó en manos de inversores privados. Su futuro era incierto, aunque finalmente se le otorgó otra vida más: en 2016, el MIMA abrió sus puertas al público. Pese a que por dentro haya cambiado completamente, la estructura externa desde luego conserva el recuerdo de lo que fue.
Cultura urbana, dentro y fuera
¿Qué podemos ver aquí? Pues bien, es el lugar para los amantes del arte moderno, muy visual, algo estrambótico, colorido, irreverente e incluso provocador. Pretende ser accesible y comprensible para todos, no tienes que entender de arte para que te llegue. Su colección comprende estatuas, dibujos, pinturas, fotografías y esculturas como cualquier otro, pero siempre tienen un toque distinto.
Por ejemplo, un tomate humanizado con piernas sentado en el suelo. No tiene cara porque es un tomate, pero de alguna forma te puedes sentir reflejado en su cansancio y/o frustración. ¿Qué? En estas obras, los artistas reflejan lo que es el proceso de crear el arte, antes de lograr ningún resultado final.
Graffitis, CDs colgando del techo, luces de neón, un coche con un local de comida china encima, ventanas coloridas, salas inmersivas, un futbolín larguísimo, ilusiones ópticas… El caos encontrando su orden en este lugar, el arte 2.0 que surge en la vida diaria y la calle recibiendo reconocimiento por fin. Parte del museo es fijo, y parte de él va acogiendo diversas exposiciones temporales.
Podéis llegar muy fácilmente, con las líneas 1 y 5 de metro desde la parada Comte de Flandre, con el tranvía 51 a Porte de Ninove o el bus 86 hasta Porte de Flandre. ¡Cuidado! Los lunes y los martes está cerrado, de miércoles a viernes abre de 10 a 6 de la tarde, y los fines de semana de 11 a 7. Para estudiantes cuesta 7’5€. Y con esto me despido, es todo lo que tenéis que saber si os interesa. 😊
¡Nos leemos pronto!
Me presento, me llamo Julio Yustas, tengo 23 años y voy a ser parte del equipo de corresponsales que, durante el próximo semestre, va a intentar que disfrutéis de Flandes al menos tanto como nosotros.
Vengo de Valencia, donde estudio el Máster de Ingeniería Industrial en la Universitat Politècnica de València. Durante los dos próximos años, disfrutaré de Bruselas gracias a un acuerdo de doble titulación por el que estudiaré el Máster en Ingeniería Electromecánica en la Université Libre de Bruxelles (ULB).
Me considero una persona bastante proactiva y es difícil que no me encontréis embarcado en alguno de mis múltiples proyectos. Mi tiempo libre lo dedico principalmente a pasar tiempo con mis amigos, viajar, la fotografía y la cocina.