Este es el último post de esta serie. ¿Cómo acabar el día y disfrutar de la noche en Bruselas? Leed como acabó este genial viaje de un día en este post.
En la Grand Place me reencontré con un amigo al que conocí en Sicilia y al que acogí en Madrid y que prácticamente siempre ha vivido muy cerca de Bruselas. En la Grand Place mi amigo me mostró dos curiosidades del edificio del Ayuntamiento de Bruselas. Fijaos bien si vais. En primer lugar, el pórtico que se encuentra bajo la torre se encuentra completamente desalineado con la propia torre. La leyenda dice que el arquitecto, al darse cuenta de tal error se suicidó saltando desde lo alto de la torre, en cuya espira del pináculo se encuentra la estatua del arcángel Miguel, patrón de la ciudad, dominando a un dragón que se considera el diablo. Por otro lado, la torre no se encuentra en el centro del edificio, sino que está ligeramente desplazada hacia uno de los laterales. Ello se debe a que, cuando estaban construyendo el edificio, el terreno de uno de los lados se hundía, por lo que tuvieron que “cortar” antes de tiempo la construcción hacia uno de los laterales.
Bueno, llegados a este punto el hambre apretaba y bastante, así que tocaba ir a cenar. Una de las cosas que me encanta de Bruselas es su multiculturalidad. En la ciudad hay ciudadanos originarios de gran multitud de países diferentes, lo que hace que haya ciertos barrios en los que haya una cultura más predominante y parezca que por momentos nos transportemos a un país diferente. Debido a los orígenes turcos de mi amigo decidió que fuésemos a Schaerbeek. Schaerbeek es considerado el barrio turco de Bruselas debido a la gran comunidad de inmigrantes turcos que allí residen. De hecho, tras informarme, he visto que no es un barrio sino uno de los 19 municipios que forman parte de la región de Bruselas Capital. Llegamos a él en tranvía como en unos 10 minutos desde el Palacio Real. Y me encantó, es súper curioso estar en Bélgica y caminar por una calle llena de restaurantes turcos. Fuimos al restaurante Tekince Kebab, en el que para nada era un sitio de kebab en el que estáis pensando. Era un restaurante una carta tan larga que parecía una breve novela, con una increíble variedad de comida turca y una ambientación súper chula. Así que allí probé por primera vez la comida turca, exquisita. Parecía que en ese rato estuve en Turquía: gente hablando en turco, bebiendo ayran y te y en un local perfectamente decorado.
Llegados a este punto diréis “venga Víctor, no te crees ni tú que hicieras todo esto en un día”. Pues sí y todavía me queda el final del día. Tras cenar volvimos al centro y caminamos por las lujosas Galerías Reales Saint Hubert, elegante galería de 200 metros de largo, diseñada en 1847 y consideradas las primeras galerías comerciales de Europa. Un genial sitio por el que pasear vosotros o bien para sacar a pasear los billetes de vuestros bolsillos en el caso de ser económicamente afortunados. Después seguimos caminando por la calle hasta llegar a la Catedral gótica de San Miguel y Santa Gúdula, considerada la principal iglesia católica de Bélgica, conservada en muy buen estado debido a los cuidados procesos de restauración que en ella están realizando por estas fechas.
Pero falta algo en la noche belga. Sí, creo que os habéis dado cuenta. Queda… ¡BEBER CERVEZA! Así que nos dirigimos al famosísimo Delirium Café. Famoso porque este bar entro en el libro Guinness de los récords por tener cervezas de más de 2000 variedades diferentes, de locos. Su nombre viene, como no, de la propia marca de cerveza del elefantito rosa, la Delirium, y que tan rica está. Como dato, a la salida de este bar podéis ver a la más desconocida hermana del niño meón de la ciudad, la Jeanneke Pis. Y como no era suficiente con una cerveza, acabamos parando en un pub irlandés con música en vivo. Las posibilidades que Bruselas ofrece son infinitas.
Todo esto lo hice en un día y me quedan muchísimas cosas por ver de esta ciudad, que creo puedo incluir en mi lista de favoritas. Una ciudad extraordinaria en la que hay infinitas cosas para hacer, en la que conviven personas de muchísimos lugares del mundo y que además hace de simbólica unión entre Flandes y Valonia. Ya sólo quedaba coger el tren de vuelta a mi querida Lovaina. Tras un viaje de un día extraordinario, llegué de vuelta más allá de la una de la madrugada, con cansancio y vitalidad a la vez, pues la satisfacción de haber aprovechado un día tan al máximo, de – haber descubierto una capital europea, de haber disfrutado de la obra de algunos de los mayores artistas de nuestra historia y de haberme reencontrado con un amigo al que he visto ya en 3 países diferentes – , me llenaba de la más pura felicidad.
Soy Víctor Labián Carro y a partir de mediados de septiembre estaré 10 meses viviendo en Lovaina y estudiando en KU Leuven. Estoy seguro de que será una experiencia única en la vida, de esas en las que te gustaría recoger tus vivencias en un librito de viajes, en el que el que colocas con mimo esas fotos de lugares, comidas, amigos… Pero ¿por qué no aportar a ese libro un valor adicional y que no sea únicamente una fuente de nostalgia que intensifique nuestros recuerdos? ¿Y si es de utilidad compartir esas experiencias con futuros estudiantes Erasmus de Lovaina? Pues sí, lo es y mucho, porque he de reconocer que todos los consejos, opiniones y vivencias de estudiantes en Lovaina me han ayudado en gran medida a planificar este viaje, o, al menos, esas cosas que puedes tratar de planificar en una aventura tan mágica por desconocida e impredecible. Ya no utilizamos plumas ni pegamos fotos con pegamento, pero sí que subimos a internet fotos y videos y escribimos en blogs. Es ahí donde aparece la iniciativa de ser Corresponsal Erasmus en Flandes, donde encuentro la forma de compartir ese libro aún por escribir o, mejor dicho, de aportar algo de valor a ese libro que entre todos estamos escribiendo.