Por segunda vez ya, os vengo hablando de moradas, de hogares, de casas… ¡Pero en este caso es una ajena!, ¡y de alguien famoso! Hoy si que se aviva la curiosidad hasta del más discreto.
En pleno centro de Amberes, escondido a escasos metros de la calle comercial “Meir”, un auténtico palacio del siglo XVII se camufla entre los típicos edificios belgas, a ojos poco perspicaces puede pasar desapercibido incluso, pero si entramos, nos encontramos un hermoso palacio de estilo barroco italiano.
Este fascinante lugar, nos impresiona por su belleza exterior y su magnífica arquitectura de época: con un imponente jardín y un exquisito patio interior repleto de arcos, vidrieras y esculturas que decoran esta “villa italiana” en plena Bélgica.
Aunque como se suele decir, la auténtica belleza no está en el exterior, sino en el interior, y es que entramos en este ostentoso “hogar” y nos encontramos con una galería de arte de alguien con un distinguido gusto coleccionista. Un indescriptible patrimonio de millonario valor, con pinturas y esculturas que se entremezclan con lo cotidiano de los elementos comunes en habitaciones como la cocina, los dormitorios, salones y comedores.
¿Pero quién habitaba aquí? La emblemática y conocida figura del barroco europeo Peter Paul Rubens: pintor, arquitecto, diplomático, científico y coleccionista. Además de marido y padre dedicado y tierno.
Rápidamente recapitulamos: Rubens nace en Alemania en 1577, pero con 12 años, tras el fallecimiento de su padre, su familia decide mudarse a Amberes, de donde sus familiares originarios ya provenían. Desde pequeño es un chico inteligente, inquieto y temperamental, con una curiosidad que le incita a viajar por Europa tempranamente. Es precisamente en uno de sus viajes por Italia donde se formó como excepcional pintor barroco hacia el año 1600.
Más tarde, ya con una gran fama criada y una buena fortuna en el bolsillo, hacia el 1609 se casa con Isabel de Brant y compra la propiedad de la calle “Wapper” que acabará siendo este palacio en el que vivió y trabajó combinando sus labores de artista y diplomático hasta sus últimos años en 1664. La casa fue habitada 5 años más por Helena Fourment, su segunda esposa, hasta subastarla, caer en decadencia, y al fin, llegar a manos de las instituciones de la ciudad que la restauraron e hicieron Museo. ¡Vamos a descubrirlo!
Entras por la misma puerta que utilizaba el pintor, sientes su inspiración, su fuerte personalidad, su energía, y comienza el viaje al pasado.
Por su colección de cuadros, muchos pintados por amigos y grandes pintores también de la época como Anthony Van Dyck o Jal Brughel, podemos intuir su preocupación por la muerte que le rodea, en retratos a su primera mujer y a algunas de sus hijas. Su fascinación por los romanos y sus batallas, Adan y Eva, o los mundanos mercados locales y labores agrícolas de la ciudad de Amberes en distintas estaciones del año.
Todos con un realismo tal que te hace dudar de tu propia vista, para distinguir a veces cuadros de fotos reales. Pinturas con detalles tan nítidos y mínimos que te embriagan y embullen en el pasado y la historia.
Su labor como diplomático se hace patente en ornamentadas vasijas y regalos que le hizo la mismísima reina. También encontramos muebles de la época como camastros, armarios tallados, grandes chimeneas e incluso sillas de “estilo español”, que nos muestran cuán de diferente era la vida en el pasado.
La visita es un auténtico viaje en el tiempo, que podemos aprovechar más aún con la audio-guía disponible en español por 2 euros más, que te cuenta anécdotas y curiosidades.
Las entradas cuestan 8€ e incluyen un folleto con información numerada de cada obra de arte (en inglés). Si eres menor de 26 años puedes beneficiarte de un descuento, 6€. Pero como todos los otros museos en Amberes, si acudes el último miércoles de cada mes, es gratuito.
Horario: Lunes cerrado. De martes a domingo, de 10:00 a 17:00 y está permitido hacer fotos sin flash.