Han pasado más de cien años desde que desperté en este lugar. Con el tiempo, he aprendido aquí más de lo que uno podría imaginar. Hoy quiero que, por un instante, entréis en mi mundo y lo comprendáis. Os abro las puertas de mi hogar, las puertas del Cementerio Campo Santo de Gante.
Cuando uno llega a este sitio, las emociones se desvanecen. La falta de sentimientos hace la llegada más fácil para todos. Pero, según uno descubre lo que le rodea, poco a poco, comienza a sentir de nuevo.
Recuerdo que, cuando abrí los ojos, mi cuerpo era ligero y mi mente muy pesada. La luna iluminaba tenuemente la figura de una mujer que venía en mi dirección. Se presentó como una tal Marie de Hemptinne, una de las primeras habitantes del lugar. Con su dulce voz, trató de calmar aquel vacío que sentía en el pecho y me presentó a los demás inquilinos, todos ellos de aire pomposo pero apacible.
Al tiempo que iba conociendo a cada uno de los habitantes del lugar, mi interior empezaba a desbloquearse. La creciente población de nuestro hogar consiguió abrir nuevos horizontes y eso fue de gran ayuda para todos. De hecho, si hay algo que nos ha hecho volver a sentir, son las reuniones que organizamos al caer la noche. Nos juntamos todos los inquilinos para cantar, bailar y charlar de aquellas emociones que revolotean por el aire. Resulta que hay mucho arte entre nosotros, y que tenemos temas diversos de los que hablar como la política o la poesía.
Eso sí, jamás podré agradecer lo suficiente la calidez que me aportan las visitas que recibimos durante el día. Estas han ido aumentando con el paso del tiempo y nos han ayudado a seguir recuperando nuestras emociones. Estos invitados no pueden vernos, pero sí admiran nuestro entorno y lo fotografían. Y no los culpo, nuestra humilde morada es cada vez menos humilde.
Para ser sincero, comienzo a sospechar que jamás saldré de este sitio. Para serlo aún más, ojalá sea así. Que las reuniones nocturnas crezcan y las visitas diurnas nos invadan. Que este maravilloso lugar siga llenándose de vida y emoción.
Las diferentes perspectivas a través de las que uno observa un lugar no hacen más que completar un puzzle infinito cuyo único propósito es el de cautivar. Es por eso que, tras ojear el Cementerio Campo Santo de Gante desde «el otro lado», te recomiendo que lo visites desde el nuestro.
Aquí tienes un par de links que te darán más información:
- https://visit.gent.be/es/ver-y-hacer/campo-santo-arte-y-descanso-eterno
- https://www.erasmusenflandes.com/el-autentico-gante-mas-alla-del-turismo-campo-santo/
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Os invito a este extraño lugar. Aunque las visitas no son frecuentes, haremos de esta ocasión la excepción que confirma la regla. Bienvenidos a mi cabeza.
Seguidme, os llevaré a un sitio muy especial. Normalmente, tras esta puerta pintada de colores, uno puede toparse con espaguetis flotantes, junglas de pingüinos o ciudades invisibles… A decir verdad, la mayoría de las veces, ni siquiera yo mismo estoy seguro de lo que me espera al girar el pomo. De todas formas, hoy podéis estar tranquilos. Hoy sí sé lo que hay al otro lado:
Al otro lado está Gante. Y sus calles adoquinadas, clones en bici, música abstracta, dinosaurios, idiomas alienígenas, hechizos y, dentro de esta normalidad, infinidad de locuras.
Lo más seguro es que si os dejase sueltos por este lugar, acabaríais majaras. Como no queremos eso, os lo voy a enseñar poco a poco, durante cinco meses.