Cuando lo gente visita Bélgica, suele ir siempre a la costa, o a visitar Amberes, Brujas, Gante o Bruselas. La belleza de estos sitios es innegable, pero Flandes está integrada por muchos más lugares increíbles, donde el turismo hoy aún no llega. Este es precisamente el caso de Cortrique (Kortrijk en neerlandés), una ciudad flamenca que está justo al lado de la frontera francesa, muy digna de visitar.
Cortrique, con aproximadamente 77.000 habitantes, es la segunda ciudad más grande de la provincia del Flandes Occidental, y es sin duda un lugar ideal para pasar un fin de semana tranquilo o incluso visitarla en una excursión de un día.
Qué hacer y ver en Cortrique
Cortrique tiene un maravilloso centro histórico con diversas iglesias, plazas de mercado y una gran zona comercial. Pero para mí, sin duda, lo más bonito es el río que lo atraviesa (el Leie) con una isla que está justo en medio de él (la Isla Buda). El río pasa por las famosas torres Broel (comúnmente llamadas “Broeltorens”). Allí puedes visitar el Texture, lo que viene a ser un importante Museo Nacional de Lino, el Museo multimedia Kortrijk 1302, y si eres un amante de la arquitectura moderna, podrás disfrutar paseando por sus edificios.
Además, Cortrique está en la lista de ciudades creativas de la UNESCO, así que ya tienes una razón más para hacer una parada y visitarla.
De compras por Cortrique
En su día, Cortrique, fue la primera ciudad con un distrito comercial donde se prohibía la entrada a los coches. Gracias a sus calles peatonales pronto se ganó el nombre de la ciudad de las compras, nombre que hoy aún conserva, ya que actualmente es considerada el centro comercial de Bélgica. ¡Un lugar perfecto para un fin de semana de compras!
Soy Núria, una catalana de veintidós años que lleva esperando su Erasmus en Flandes desde antes de empezar la carrera. Me encanta leer, escribir y hablar. Escuchar también, me encanta aprender cosas nuevas. No podría vivir sin arte. Cuando estoy triste escucho música y cuando estoy feliz también. Amo comer, supongo que el amor por la comida me viene de mi padre. En mi casa, siempre hemos sido de probar platos típicos de otras culturas, y no solo eso, de aprender a cocinarlos también.
Desde los catorce, tuve claro a qué me quería dedicar. Mi sueño era bastante específico: estudiar periodismo en Madrid. Luego, llegó el bachillerato y con ello las clases de economía. Nunca pensé que me fuera a gustar algo así, pero vaya si me gustó… La economía me generaba una curiosidad tan grande, que la puse de primera opción junto con ADE. De esta forma, en 2016, empecé un doble grado en economía y ADE. Descubrí un mundo nuevo, y fui consciente de lo importante que era la economía para ayudar a la gente. Comprendí que los economistas son importantes, pero no para lo que cree la mayoría de la gente. Ellos pueden elaborar modelos para reducir la pobreza, extinguir la corrupción e incluso evitar guerras. A medida que aprendía más cosas, mi amor por la economía crecía. Hoy, la economía me apasiona, de esto no tengo ninguna duda, pero el periodismo aún forma parte de mí.