Estoy sentada en mi terraza, son las siete y media de la tarde y aún puedo leer con tranquilidad. Me acuerdo de mi madre, y el infinito esmero que hace en buscar libros que sean capaces de cautivarme cada Navidad. Siempre lo consigue por cierto, y a mí siempre me acaban recordando a ella.
Es maravilloso perderse entre las páginas hasta que la vista no da más, y tienes que volver a dentro, a la luz. Pero hoy más que nunca, mi ratito favorito del día está durando más de lo esperado…
Miro al reloj y veo como se acercan las ocho de la noche, ¡ni si quiera he cenado! Os aseguro que para un país como Belgica, es definitivamente muy tarde. Entonces caigo en el detalle que había dado por alto… el horario de verano empezó el domingo de madrugada.
Estaba tan cansada esa noche, a las dos de la mañana, que apenas recordaba haber movido una hora las agujas de mi reloj. Lo que si recuerdo, es haber leído ese articulo que decía: «El cambio de hora y de temporada lleva realizándose en la Unión Europea desde el año 1981… Sin embargo, los países han decidido que 2021 será el último año que se llevará a cabo.»
¿Por qué? me pregunté… Leí algo acerca del reloj biológico y parecía tener sentido…
Pero nadie se esperaba este año así.
Estos días, resulta difícil mantener la rutina en medio del caos… La verdad es que nadie acaba madrugando como debería… las noches se alargan con videollamadas de skype, series cuyos capítulos se reproducen automáticamente uno detrás de otro… Y para que engañarnos, madrugar cuando sientes que tienes todo el tiempo del mundo y ningun sitio a donde ir, cuesta el doble… o el triple.
Por eso estas semanas para muchos de nosotros los días están empezando más tarde. Y cuando por fin empiezas a ser productivo ya apenas te quedan unas pocas horas de luz. Y a medida que esta desaparece, también lo hacen los ánimos y la energía, eso esta claro.
Por eso, sin duda alguna, este cambio de hora me ha regalado un ratito de felicidad que últimamente se esconde un poco detrás de las esquinas… Así que, en días como estos, en que los pequeños detalles se vuelven grandes, me gusta sentirme agradecida de poder disfrutar de unos minutitos extras de paz.
Mi nombre es Luna, tengo 20 años y vivo en Madrid. En general soy una apasionada de la vida, de los viajes, el arte, la música, el baile, el surf, el mar, la escalada… todo lo que suponga una aventura para mí siempre será un SÍ.
Este semestre mi aventura comienza fuerte: me he mudado a Brujas ¡La ciudad de ensueño! Y aunque apenas lleve aquí una semana, os puedo asegurar que así es. Todas las calles están bañadas de un aura especial, casi mágica.
Recuerdo una de las primeras noches aquí, entre las vacaciones y la lluvia las calles estaban vacías. Paseando a la luz de las farolas, sentí como si me transportara a otra era… Los suelos empedrados, el musgo creciendo por las paredes de una gran iglesia gótica, cuyas vidrieras relucían con luz propia. Todo parecía salido de un precioso y enigmático cuento medieval.