Se dice que Bruselas es una de las ciudades más verdes de Europa. Con 1.175.000 habitantes y 8.000 hectáreas de zonas verdes, se calcula que a cada ciudadano le corresponden unos 68.085106383 metros de espacio verde. Aun así, La gran naturaleza queda lejos de la ciudad y no es presente en el día a día de los bruselenses: la periferia contiene el 70% de espacios naturales, y el centro, solamente el 10%. En este sentido, me pregunto si en estos cuarenta metros para cada ciudadano se tiene en cuenta el metro cuadrado que, de media, ocupan los alcorques.
Los alcorques son los espacios situados en el pie de los árboles de las calles. Normalmente representan las únicas superficies naturales del espacio publico urbano después de parques y jardines. Su gestión es diferente en las diferentes ciudades del mundo: mientras que en mi urbanización natal (Mira-Sol) se opta por taparlos con resinas de plástico que rodean el árbol hasta el tronco, eliminando así cualquier posibilidad de un brote natural y social en el espacio público) en Barcelona se está implantando una política de naturalización de los alcorques, permitiendo la irrupción de “malas hierbas” que beneficia el ecosistema urbano eliminando plagas de forma natural.
En bruselas la política de gestión de los alcorques varía según la comuna. La tendencia principal pero, es delegar la responsabilidad de cuidar los alcorques a los vecinos, con la finalidad de proteger a los árboles y evitar el uso de este espacio como depósito de basuras, así como mejorar el paisaje urbano. En Schaerbeek o Ixelles, durante la última década se han implantado políticas de “vegetalización del espacio público”, alentando a los residentes de cada calle a plantar en sus alcorques.
El alcorque bruselense es comúnmente la única oportunidad de estar en contacto de los ciudadanos con la naturaleza en su día a día, y su cuidado aporta beneficios ambientales y sociales. Representa un cambio cultural del paisaje urbano, así como supone la creación de micro utopías urbanas, un espacio de posibilidad hacia un cambio social basado en el respeto, el trabajo y la asociación comunitaria. Podría ser importante reivindicar el alcorque como un espacio agenciado por la comunidad de vecinos para reclamar la importancia de la presencia de elementos naturales en el espacio público.
Aunque es una idea prematura, creo que se puede pensar el alcorque como un reflejo de las políticas de la ciudad. Todo esto, en un irrisorio metro quadrado dedicado a una naturaleza que hemos exterminado hace mucho tiempo.