¿Quién dijo que ir a ver el Atomium no vale la pena?
Desde que llegué a Bélgica lo que más me han recomendado es que no hace falta ir a visitar el monumento del Atomium “no es para tanto“, me decían, y después de la experiencia que tuve con el Manneken Pis, tampoco me entró la curiosidad. Y por culpa de estos consejos, casi vuelvo a España sin haber visitado toda una zona de Bruselas sin explotar por el turismo.
Buscando planes alternativos que hacer por la ciudad de Bruselas, encontramos los invernaderos reales, un lugar mágico donde encontrarse con la arquitectura y naturaleza a la vez. El inconveniente era que estaba a las afueras, Laeken, por lo que tuvimos que coger un bus que nos llevara hacia ahí, tardamos unos 25 minutos desde la estación del norte.
Una vez terminada la visita de los invernaderos, comenzamos a pasear por los alrededores y nos llevamos una gran sorpresa. Había un jardín japonés con varias estructuras propias de la arquitectura japonesa, donde los niños se lo pasaban genial.
Además, justo en frente del Palacio Real, había una gran estructura barroca erguida en mitad de una plaza que era el Monumento a la Dinastía en honor al Rey Leopoldo I de Bélgica. Está rodeada de jardines donde la gente local sale a pasear a la luz de la tarde, junto a sus familias y amigos, por lo que nosotros decidimos caminar también.
Durante nuestro paseo, divisamos a lo lejos unas grandes esferas suspendidas en el cielo y efectivamente era el Atomium. El monumento se erguía imponente en medio de los jardines, fue tan grande nuestro asombro que nos costó asimilarlo, es mucho más grande de lo que te puedes imaginar en fotos.
Nos arrepentimos de no habernos aventurado a conocer más allá del centro de la ciudad de Bruselas mucho antes, realmente es un lugar muy bonito donde poder hacer un plan diferente y disfrutar de una bonita tarde de verano.