Lovaina merece ser vista no solo por sus lugares más emblemáticos, también por sus distintos ambientes que hablan de diferentes épocas en la historia de la ciudad.
Nos dirigimos a la zona que queda más al norte en el interior del anillo, conocida como Tweewaters o incluso como “el canal” coloquialmente. Conforme nos acercamos a este sector, observamos que es una zona que experimentó un gran desarrollo fabril e industrial, y que ahora, puestos los intereses en otras miras, ha quedado anclada en un estado entre melancólico e informal.
Las fábricas se suceden, en su mayoría abandonadas y a la espera de ser de nuevo habitadas, quizá con nuevos usos, siempre al amparo del río que tiene su mayor área navegable en esta zona.
Es lugar también para intervenciones de arquitectura moderna, más desenfadada y con menos anclaje en la tradición y en “guardar las formas” como ocurre en el centro de la ciudad. De hecho, la zona espera la próxima actuación de un nuevo plan de ordenación que revitalizará ésta parte de la ciudad, y cuya maqueta podemos ver en la nueva sede del ayuntamiento de Lovaina, junto a la estación de tren.
Algo muy curioso y casi necesario para completar la visita es ir al Parque van de Abdij van Keizersberg. Se accede subiendo por diferentes puntos de contacto con la ciudad, y culmina con la llegada a la Abadía de Keizersberg. Desde este lugar tenemos una mirada completa e ininterrumpida de la ciudad, si nos ponemos a los pies de una colosal estatua perteneciente a la Abadía.
Un dato curioso: si te fijas en lo que te rodea encontrarás un pozo antiguo y olvidado en el que puedes probar a tirar una moneda y pedir un deseo, ¿quién sabe? No perdemos nada por probar.