La torre de la Biblioteca Central de la Universidad de Leuven, en la plaza Monseñor Ladeuzeplein, tiene uno de los carrillones más grandes y mejores de Europa, con 63 campanas que alcanzan un total de 35 toneladas de peso, siendo el segundo más grande de Bélgica, tras el de la Catedral de Sint-Rombouts, en Malinas.
La historia de este famoso carrillón comenzó en la 1ª Guerra Mundial, cuando la antigua Biblioteca universitaria fue destruida. Con la ayuda de diversas universidades estadounidenses se reconstruyó el edificio y su alta torre de 65 metros, donde se decidió colocar el actual carrillón. Éste fue dedicado a la memoria de los ingenieros estadounidenses caídos en dicha guerra y en un principio contó con 48 campanas, el número de estados que en aquel momento tenían los Estados Unidos. La más grande de ellas se conoce como la Campana de la Libertad de Lovaina, y en ella se encuentra una inscripción en memoria a dichos ingenieros norteamericanos.
Tras la 2ª Guerra Mundial la Biblioteca volvió a sufrir daños importantes, y hasta los años 70 el carrillón quedó prácticamente en desuso. En 1983 fue vuelto a restaurar y ampliado a 63 campanas (16 de ellas fueron retiradas y la más pequeña de ellas ahora se encuentra en la Iglesia Baptista de St. John, en el Beaterio Grande). En una de sus campanas, la número 4, existe otra inscripción que reza en latín: “Mis sonidos revelan los cambios de la vida; Yo canto la fortuna de los días buenos y malos; Que haya paz y armonía en la tierra; Este es mi deseo para todos desde esta torre”.
Todos los días al dar los cuartos suena en él un fragmento del “Reuzegom”, una vieja canción flamenca que se ha convertido en el icono sonoro de Leuven. Pero además todos los martes y jueves hasta mediados de mayo hay conciertos del carrillón desde las 19:00 a las 19:45. A estos conciertos se puede acudir totalmente gratis apuntándose previamente. Para empezar hay que subir sus “solo” 289 escalones. Pero una vez arriba la estampa de la ciudad entera es magnífica y ya por eso merece la pena. Ahí te recibe el “Allemande” de Bach y luego sigue el concierto. La música se produce tocando un teclado de tipo “bastón”, muy típico en los Países Bajos desde el siglo XIV. Cada tecla está vinculada a una de las campanas, que según su tamaño produce una nota diferente. El espectáculo prosigue mientras el sol se pone (excepto en invierno, que ya ha anochecido) Lo más curioso para los visitantes españoles es que en ese momento, en que también sale la luna, suena una versión de la canción de Mecano “Hijo de la luna”.
Debido a su historia, este carrillón se considera un símbolo de la paz y se suele comentar que el cálido sonido de sus campanas promueve un mensaje pacifista. Forma parte por ello de una lista de carrillones de paz entre los que se encuentran el del Palacio de la Paz de La Haya (Holanda), el de la Torre de la Paz del Parlamento de Canadá en Ottawa (Canadá), el de la Torre del Reloj del Ayuntamiento de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) y el del National War Memorial de Wellington (Nueva Zelanda).