Es momento de ponernos serios de verdad. Muchísimas veces (la gran mayoría de ellas), hay que cogerse las cosas con relatividad y no dejarse llevar por el dramatismo; pero cuando la situación lo requiere, lo requiere. Y este es el caso.
Llevo en Bruselas casi cuatro meses, lo que gastronómicamente se traduce en casi cuatro meses de gofres, chocolate, la cerveza Stella Artois… y patatas fritas. Ya os hablé de chocolaterías (si pincháis aquí encontraréis el post) y de la gofrería que ya tiene un lugar en mi corazón, La Funambule (aquí podéis encontrar el post). Sin embargo, en el caso de las patatas fritas me he estado esperando todo este tiempo hasta poder hablar con criterio.
No me quería dejar llevar por la forma en la que a mí me gustan las patatas o la manera en la que ponen la salsa. Quería la objetividad en post, guiándome únicamente por la opinión de las personas (y para qué negarlo, también un poquito la mía porque en estos temas me es imposible no darla). Para ello, he pedido el comodín del público y me ha llevado a la respuesta en la que habías pensado desde el principio y te obliga a pensar inmediatamente: «lo sabía».
Estoy hablando de la Friterie Tabora. Situada literalmente en el centro de la ciudad en la Rue de Tabora 2, tiene el ayuntamiento de la Grand Place guardándole la espalda. ¿Cómo hemos podido conseguir el comodín del público y encontrar una respuesta? Simplemente yendo al lugar. Y es que desde que vine en septiembre (y siempre que los comercios han estado abiertos), esta fritería siempre tiene una cola enorme llena de gente que espera pacientemente, como quien se queda mirando al cielo horas y horas de noche en verano hasta poder ver las Lágrimas de San Lorenzo porque sabe que va a merecer la pena.
Lo que hace de Friterie Tabora la elegida para desempeñar el importante papel de la fritería no es únicamente la gran variedad de salsas que ofrecen (entre las que están la famosísima salsa belga andalouse, de queso, curry, sweet onion curry o ketchup, entre muchísimas otras); sino sobre todo la fritura. Encontrándonos diferentes tamaños, las patatas de esta pequeña tienda están perfectamente fritas: notas el aceite pero no están nada aceitosas, solo lo justo para que te quieras chupar los dedos al terminar. Cabe destacar también que son muy generosos con la salsa, cosa que siempre se agradece muchísimo, especialmente si hemos pedido la andalouse.
Para las cosas importantes hay que ponerse serios y ser lo más objetivos posible. ¿Y qué hay más objetivo que el comodín del público y un cucurucho un martes cualquiera? Porque la cola fuera del local y la alegría con la que terminas la última patata no engañan.
¡Muy buen día, patateros!
Me llamo Marina Carrasco Valero, estudio Periodismo y Comunicación Audiovisual, y este primer cuatrimestre voy a ser vuestra corresponsal Erasmus en Bruselas. Durante los próximos cinco meses, voy a ser la pequeña puerta que os lleve a tocar, paladear, ver (aunque con un poco de miopía), oler y oír Bruselas. Juntos vamos a descubrir sus secretos, exhibiciones, conciertos, festivales…