De las primeras cosas que buscamos cuando viajamos a una nueva ciudad es el casco histórico, y sobre todo la catedral o iglesia que erige en el centro de este.
¿No os habéis preguntado nunca por qué la mayoría de las ciudades de Europa tienen en el centro un emblema religioso? Además, siempre presentan la misma forma de crecimiento circular.
La respuesta la obtuve gracias a un amigo historiador que me contó que la razón remonta a la época en la que la figura del monarca no equivalía a ningún tipo de poder sobre los señoríos. Albergando gran poder y sin saber hacia dónde enfocarlo, comenzaron a asaltar a los campesinos y al patrimonio de la Iglesia católica.
A su vez, la Iglesia, para someter la violencia de los caballeros a su voluntad, decidió impulsar la Paz de Dios que consistía en que los Caballeros no podían derramar sangre ni en suelo sagrado ni durante las fechas más destacables, como el Adviento, Navidad, Cuaresma o Pascua.
Las Iglesias, por aquel entonces se situaban fuera de los asentamientos, como los campesinos sabían que las inmediaciones de la Iglesia eran suelo sagrado, comenzaron a edificar sus casas alrededor de ella, como forma de protección, entre otras razones.
De esta forma, podemos encontrarnos numerosas ciudades que en el centro de su casco antiguo se ubica una catedral, una Iglesia, o algún patrimonio religioso del que la ciudad se ha ido creciendo radialmente alrededor de ella.