Últimamente, me estoy dando cuenta de una cosa muy curiosa, y es que los pueblos y ciudades flamencas, por pequeños que sean, tienen un casco antiguo propio de una mediana o gran ciudad. Un muy buen ejemplo de ello es Poperinge, una pequeña ciudad de solo 13.318 habitantes.
Poperinge es una localidad flamenca muy próxima a la frontera con Francia. Quizá esto no os parezca una buena referencia, ya que toda Bélgica está cerca de la frontera francesa, pero en el caso de Poperinge es todavía más notorio ya que sus fronteras limitan exactamente con territorio francés. Se encuentra a tan solo 15 minutos en coche de Ieper y cuenta con una estación de tren que la conecta con todo el país.
Pero Poperinge no es solo una simple ciudad limítrofe, sino la capital de uno de los productos estrella del país, el lúpulo, una de les materias primeras más importantes para la elaboración de cerveza. Y es que, en Poperinge, se produce ni más ni menos que el 80% del lúpulo producido en toda Bélgica, así que contribuye enormemente a la elaboración de la especial y deliciosa cerveza belga, conocida y apreciada en todo el mundo. Tampoco es de extrañar que este precioso lugar albergue el museo nacional del lúpulo, muy interesante de visitar.
Por otro lado, para todos aquellos fanáticos de la arquitectura medieval, en el Grote Markt de Poperinge, se encuentra la iglesia de Saint-Bertinskerk, construida en 1290 y remodelada en 1781. Esta importante construcción religiosa es especialmente conocida por salvaguardar uno de los campanarios mas bellos de toda Flandes. Es, sin duda, una de las mejores atracciones turísticas de la ciudad y uno de los lugares imprescindibles que visitar si te encuentras por la zona.
Respecto a la herencia histórica de la ciudad, cabe destacar el importante papel que tuvo durante la Primera Guerra Mundial, ya que, fue una de las pocas zonas de Bélgica que las tropas alemanas no consiguieron conquistar.
Poperinge es uno de los enclaves que mejor representa la resistencia de los aliados frente a las tropas alemanas durante la Primera Guerra Mundial, así como un punto clave desde donde se organizaron importantes ataques para la reconquista. De hecho, todavía quedan recordatorios de esos tristes días en la ciudad, como la estatua conmemorativa de los soldados caídos situada delante de la iglesia de Saint-Bertinskerk, trincheras a las afueras de la ciudad o el cementerio militar de Lijssenthoek, un cementerio de la Commonwealth War Graves Commission para los muertos de la Primera Guerra Mundial en la zona.
Soy Núria, una catalana de veintidós años que lleva esperando su Erasmus en Flandes desde antes de empezar la carrera. Me encanta leer, escribir y hablar. Escuchar también, me encanta aprender cosas nuevas. No podría vivir sin arte. Cuando estoy triste escucho música y cuando estoy feliz también. Amo comer, supongo que el amor por la comida me viene de mi padre. En mi casa, siempre hemos sido de probar platos típicos de otras culturas, y no solo eso, de aprender a cocinarlos también.
Desde los catorce, tuve claro a qué me quería dedicar. Mi sueño era bastante específico: estudiar periodismo en Madrid. Luego, llegó el bachillerato y con ello las clases de economía. Nunca pensé que me fuera a gustar algo así, pero vaya si me gustó… La economía me generaba una curiosidad tan grande, que la puse de primera opción junto con ADE. De esta forma, en 2016, empecé un doble grado en economía y ADE. Descubrí un mundo nuevo, y fui consciente de lo importante que era la economía para ayudar a la gente. Comprendí que los economistas son importantes, pero no para lo que cree la mayoría de la gente. Ellos pueden elaborar modelos para reducir la pobreza, extinguir la corrupción e incluso evitar guerras. A medida que aprendía más cosas, mi amor por la economía crecía. Hoy, la economía me apasiona, de esto no tengo ninguna duda, pero el periodismo aún forma parte de mí.