El tiempo es muy recurrente. Lo vemos en los libros cuando páginas enteras están en cursiva y estamos en un flashback, o en las películas cuando el reloj de pared suena y sabemos que algo (muy probablemente no muy bueno) va a pasar. No es solamente que dependamos del tiempo (o él de alguien que lo mida), sino que simplemente se siente necesario, aunque sea solo su representación. Las muñecas visten más si tienen reloj de pulsera; y siempre tiene que haber una gran torre que marque la hora en la plaza mayor de la nueva ciudad a la que hemos llegado únicamente para saber hacia dónde encaminarnos, igual que como si del camino de las baldosas amarillas de Oz se tratase.
Siempre estamos en busca del tiempo y de algunas agujas que nos lo cuenten, sobre todo cuando llegamos a una ciudad a la que nunca habíamos estado. De hecho, he intentado encontrar ese ansiado reloj desde que llegué a Bruselas. Pues bien, lo he encontrado; y no es el tipo de reloj al que haces una foto y la olvidas en cuanto vuelves a casa, sino del tipo que se te olvida hacerle foto porque solo puedes admirarlo; y es que es simplemente monumental.
Se trata del Carillon du Mont des Arts, un gran reloj dorado semejante a un sol que parece adherido a la pared del Palacio de la Dinastía, como si ese fuera el único cielo en el que caben los grandes doce rayos que se extienden desde la gran esfera de 7.80 metros de diámetro. Situada en el centro de la ciudad en el (maravilloso) Mont des Arts y rodeada por el Palacio de Congresos y la Biblioteca Real, se construyó bajo los diseños del arquitecto Jules Ghobert en 1965.
Sin embargo, no se trata únicamente de un reloj monumental que cuenta con un carillón y una figura de bronce (jacquemart) que marca el ritmo de manera automática en una campana con un pequeño martillo que lleva adherido, sino que también parece actuar como un libro del folclore de Bruselas. Esto se debe a que cada uno de los doce rayos señala a otras doce figuras de aproximadamente un metro de altura que se encuentran colocadas en pequeñas cavidades y que representan a importantes personajes de la Historia de la ciudad. De esta forma, nos encontramos con Carlos V, el pintor Pierre Paul Rubens, o un soldado en servicio desde 1914 hasta 1918; entre otras muchas figuras.
A su vez, el autómata de bronce situado en la parte superior de la fachada actúa en representación de un burgués con un sombrero típico en la moda de la ciudad en 1830. Es él quien marcaba el ritmo para que las diferentes figuras salieran de sus cavidades de uno en uno cada mediodía y medianoche mientras sonaban las melodías de «Où peut-on être mieux qu’au sein de sa famille« o «Beiaardlied« («Canción del carillón»). A pesar de que actualmente ya no se mueven hacia delante con el fin de asegurar la estabilidad, las melodías siguen sonando, y lo hacen desde veinticuatro campanas distribuidas en la fachada. De esta forma, debajo del reloj podemos ver once de ellas, con nueve representando las diferentes provincias de Bélgica y las otras dos simbolizando las ciencias y las letras respectivamente. Las otras campanas se encuentran escondidas detrás de cada figurita de la pared, como el verdadero cantante que se encuentra detrás del telón doblando al que se hace pasar por el artista.
El tiempo es muy recurrente. Y a veces puede incluso parecerlo demasiado. Sin embargo, este Carillon du Mont des Arts no es simplemente un medidor del tiempo más que seguir si queremos ir al País de las Maravillas con el conejo blanco; sino un gran sol que marca la hora al ritmo de la Historia.
¡Muy buen día, relojeros!
Me llamo Marina Carrasco Valero, estudio Periodismo y Comunicación Audiovisual, y este primer cuatrimestre voy a ser vuestra corresponsal Erasmus en Bruselas. Durante los próximos cinco meses, voy a ser la pequeña puerta que os lleve a tocar, paladear, ver (aunque con un poco de miopía), oler y oír Bruselas. Juntos vamos a descubrir sus secretos, exhibiciones, conciertos, festivales…
1 comentarios
Excelente Marina. Me gustaría que hablaras sobre la fuente ubicada frente a la iglesia de San Nicolas