Hay una parte que me parece preciosa de la convivencia en familia, con amigos, en pareja… y es cuando sabes. Simplemente cuando lo sabes. Cuando sabes que siempre va a desayunar café con leche a pesar de que es más leche que café (y más azúcar que leche), que si ha comprado brócoli muy probablemente también haya incluido bechamel a la lista, o que antes de entrar en la habitación ha tenido que tocar el marco de la puerta. Son cosas de la vida diaria que simplemente se mantienen en nuestra cabeza como típicas de las personas con las que vivimos.
Sin embargo, el verdadero reto, el examen final de los «¡Pincha aquí si quieres saber si sois almas gemelas!» lo encontramos en las situaciones especiales, en esas cosas que no se repiten tanto y que tenemos que adivinar. No es únicamente saber si el chocolate con leche va mejor con grumos o sin ellos, sino de cosas serias de verdad. Y no puedo pensar en una mayor dificultad para esa decisiva prueba de amistad que la que nos encontramos cada 5 de enero en la mesa del comedor: ¿quieres que te ponga fruta escarchada junto con el roscón?
Cada año el mismo debate y el mismo ejercicio de respeto y comprensión tanto para los que adoran esos bocados de colores vivos como para los que prefieren quedarse solo con la nata. Como este año me quedaba en Bruselas, pensaba que esta vez 2021 no empezaría con la presión de recordar las preferencias de ese elemento poco conciliador porque no tendría roscón de Reyes. Y en efecto, no he tenido esa presión…pero sí roscón (o Galette des Rois).
Típico en algunas partes de Francia, Luxemburgo y sobre todo en Bélgica, la Galette des Rois es lo que yo denominaría como «un roscón amigable». Con la forma de la imagen que tenemos en nuestra cabeza de la típica tarta de manzana, este dulce típico del 5 de enero no tiene agujero en el centro y está completamente cerrado, sin fruta escarchada o similar por encima. A pesar de que, como en España, podemos encontrarlo de muchísimos sabores y rellenarlo de diferentes cremas y chocolates, el más típico es el que tiene masa de almendras por dentro (o como aquí lo llaman, frangipane). Lo comeríamos sin dudarlo, efectivamente, pero vayamos al siempre primer momento de tensión del año: ¿qué pasa con lo importante?, ¿dónde están la figurita y el haba?
Pues bien, ahí es justamente donde encontramos el «amigable» de este roscón, y es que en cualquier Galette des Rois que compréis aquí, solamente os vais a encontrar con una chapa de porcelana que actúa como figurita. Exacto: ningún haba. Nadie que pague el roscón ni nadie que mueva intencionadamente el cuchillo para que esa hortaliza se mantenga dentro del roscón sobrante.
Esto significa que probando un roscón de Bélgica literalmente nada puede salir mal, y eso lo saben en Bruselas. Sobre todo porque podemos encontrarnos todas las versiones de este dulce en cualquier lugar de la ciudad, desde grandes superficies hasta pastelerías más locales. Eso sí, con nombre francés o no, la tenía que tener y la tiene: una corona de papel dorado para la persona a la que le toque la figurita.
El día de Reyes siempre ha sido un día importante, y la Galette des Rois es simplemente el regalo que necesitaba para el 6 de enero. Con o sin fruta escarchada.
¡Muy buen día, golosos!
Me llamo Marina Carrasco Valero, estudio Periodismo y Comunicación Audiovisual, y este primer cuatrimestre voy a ser vuestra corresponsal Erasmus en Bruselas. Durante los próximos cinco meses, voy a ser la pequeña puerta que os lleve a tocar, paladear, ver (aunque con un poco de miopía), oler y oír Bruselas. Juntos vamos a descubrir sus secretos, exhibiciones, conciertos, festivales…