Para seguir con buen pie el nuevo año, nada mejor que volver a acercarnos a una de nuestras ciudades favoritas, Malinas. Ya hemos hablado de varias cosas que nos ofrece esta ciudad, pero ya es el momento de hacer un post de altura. 97 metros y medio, concretamente.
Como ya supondréis, hoy hablaremos sobre la torre de san Rumoldo, la torre de la catedral de Malinas, que como ya hemos dicho, tiene 97,5 metros de altura. Además de ser un monumento increíble, guarda varias historias y aspectos de interés, con lo que visitarlo es un plan genial si vamos a Malinas.
Se comenzó a construir a mediados del siglo XV, hasta que a principios del s. XVI se detienen los trabajos, cuando ya estaban instaladas las campanas de la torre, pero ésta no estaba terminada. No hay que olvidar que los campanarios eran un símbolo de poder de las ciudades en Flandes, y éste en Malinas cuenta con el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Si comenzamos la visita a la torre, tendremos que mentalizarnos para subir los más de 500 escalones hasta su punto más alto.
En el primer piso, a 30 metros del nivel del suelo de la catedral, se encuentra el cuarto de poleas. Este piso elevado servía para alojar una grúa que permitía subir los materiales de construcción y las campanas a los pisos superiores, a través de un sistema de trampillas y ruedas entre los pisos. Esta grúa, conocida como la grúa de los niños, se usó hasta después de la primera Guerra Mundial, momento tras el que se sustituyó por un motor eléctrico.
El segundo piso es la sala de las campanas, donde se encuentran las campanas de tono más grave. Estas seis campanas datan desde del siglo XV al XX, y pesan varias toneladas. Cada una tiene nombre y tocaba en situaciones diferentes, como Karel, de 6 toneladas, que tocaba cada hora, o Libertus, de 2 toneladas, que tocaba a la hora de abrir y cerrar las puertas de la ciudad.
En el tercer piso se encuentra la antigua sala del carillón, donde se encontraba el instrumento más típico de los campanarios flamencos. La torre de san Rumoldo cuenta con dos, a falta de uno, situando la ciudad como uno de los lugares en los que la tradición del carillón es más fuerte. En 1922 se creó una escuela internacional para aprender a tocarlos, siendo la única del mundo. No en vano la palabra rusa para carillón es “malinovji zvon” o “sonidos malineses”.
La cuarta planta es la sala del reloj, necesaria en cualquier torre urbana que se precie. Como hemos visto antes, a partir de la WWI se electrificaron los sistemas de la torre, por lo que ya no es necesario darle cuerda al enorme contrapeso del tambor del reloj a mano, como se hacía antaño. En esta planta, además, acoplado al mecanismo del reloj hay un juego de buriles y martillos que golpean las campanas cada cierto tiempo. Son como una caja de música gigante, originando una melodía que se puede cambiar según la ocasión.
El quinto piso es, como ya hemos dicho, la planta del segundo carillón, o nuevo carillón, instalado durante el siglo pasado, siendo el que está activo, diseñado por el fundador de la escuela internacional de carillón. Está constituido por 49 campanas.
Por último, lo mejor de subir (y subir y subir hasta completar los 517 escalones) a la torre es su paseo exterior, desde el que se ve toda la ciudad, y si el día está despejado, muchísimo horizonte, hasta el Atomium de Bruselas, o el puerto de Amberes.
Visita recomendada! Para estudiantes, 3€ por disfrutar de esta maravilla. No sé a qué esperáis para descubrir más torres y viajes con… #ErasmusLovaina