Para mí, descubrir el Esco*Bar ha sido una aventura. Resulta que se encuentra justo detrás de mi residencia, y desde mi ventana podía ver, antes de que el frío arraigara, como la luz se filtraba desde debajo de los árboles de su patio, y como ascendía hasta mi habitación mezclada con el murmullo de gente congregada que disfrutaba, aparentemente, de un buen momento. No sabía qué ocurría, ¡pero tenía que enterarme!
Efectivamente, no se puede ir al Esco*Bar y pasarlo mal. Esto es lo que descubrí el día que, al fin, llegué a él.
Una entrada humilde (que difícilmente llama la atención), se abre para dar paso a un interior mucho más especial, aderezado con todo tipo de objetos clásicos, desde los cubiertos hasta los detalles dorados de los expendedores de café, pasando por una lámpara de araña renacentista que adorna el techo, y que en conjunto crea una contraposición que encaja perfectamente con el estilo fluido y diáfano del local.
El restaurante se presenta a sí mismo como un salón a caballo entre coffee-bar y lunch-bar, por lo tanto el espectro de horas en el que podemos disfrutar de su menú es extenso. Ya sean unas tostadas como desayuno, una sopa para comer o un café a media tarde, en Esco*Bar siempre están disponibles para deleitarnos con esos platos deliciosos de los que hacen poner los ojos en blanco tras cada bocado.
A continuación os dejo el enlace a la página web oficial de Esco*Bar, donde podréis consultar su carta.