Siempre me han gustado los pueblos pequeños, y visitar algún pueblecito siempre está en mi lista de prioridades cuando viajo. Creo que es una magnífica forma de conocer y conectar con la cultura de una región.
Siguiendo con mis tradiciones y guiándome por el amor que siento por las pequeñas villas, ayer cogí el coche y conduje once kilómetros hasta llegar a Lissewege (o también conocido como Pueblo Blanco), un pequeño pueblo situado al norte de Brujas. También se puede llegar en autobús (línea 791) o con el tren que se dirige hacia Zeebrugge.
No os mentiré, llegué allí de pura casualidad. La escultura es un arte que siempre he apreciado mucho, y cuando supe que se celebraba una exposición al aire libre en un pueblo vecino, me pareció un plan estupendo. Turismo local más arte moderno: imposible perdérselo.
Lissewege resultó ser una pintoresca localidad de paisajes increíblemente bonitos, con su tradicional arquitectura flamenca, sus casas blancas con tejados rojizos y un canal que recorría todo el centro del pueblo, haciéndolo aún más mágico.
Al llegar al pueblo, aparcamos justo delante de lo que parecía el inicio de la exposición, y allí empezó nuestra aventura. Delante de su imponente iglesia de Nuestra Señora, encontramos la mayor parte de las estatuas, pero a medida que íbamos caminando y nos acercábamos más al centro de Lissewege, nos topábamos con más.
La verdad es que, recorriendo las calles de lo que parecía un precioso cuento medieval, fuimos partícipes de un maravilloso espectáculo con obras de más de cien artistas modernos, tanto nacionales como internacionales. Una verdadera gozada.
Así que, dicho lo dicho, si tenéis la oportunidad de estar en Brujas antes del 20 de septiembre, ¡no os lo podéis perder!
La magia está garantizada.
Nos leemos pronto.
Soy Núria, una catalana de veintidós años que lleva esperando su Erasmus en Flandes desde antes de empezar la carrera. Me encanta leer, escribir y hablar. Escuchar también, me encanta aprender cosas nuevas. No podría vivir sin arte. Cuando estoy triste escucho música y cuando estoy feliz también. Amo comer, supongo que el amor por la comida me viene de mi padre. En mi casa, siempre hemos sido de probar platos típicos de otras culturas, y no solo eso, de aprender a cocinarlos también.
Desde los catorce, tuve claro a qué me quería dedicar. Mi sueño era bastante específico: estudiar periodismo en Madrid. Luego, llegó el bachillerato y con ello las clases de economía. Nunca pensé que me fuera a gustar algo así, pero vaya si me gustó… La economía me generaba una curiosidad tan grande, que la puse de primera opción junto con ADE. De esta forma, en 2016, empecé un doble grado en economía y ADE. Descubrí un mundo nuevo, y fui consciente de lo importante que era la economía para ayudar a la gente. Comprendí que los economistas son importantes, pero no para lo que cree la mayoría de la gente. Ellos pueden elaborar modelos para reducir la pobreza, extinguir la corrupción e incluso evitar guerras. A medida que aprendía más cosas, mi amor por la economía crecía. Hoy, la economía me apasiona, de esto no tengo ninguna duda, pero el periodismo aún forma parte de mí.
2 comentarios
Que pueblo más bonito. Sigue inspirando así como lo haces !!
¡Con lectoras así es imposible no inspirar!