El Begijnhof es una clase de estructura residencial que nació en el siglo XIII para acoger a las beguines, mujeres que consagraban su vida al servicio de Dios. Estos recintos estaban formados por casas, dependencias e iglesias que se estructuraban alrededor de un jardín o plaza. En Amberes existe un ejemplo casi inalterado de Begijnhof en la calle Rodestraat, cerca de Ossenmarkt, que data del siglo XVII. En este caso, el barrio cuenta con un callejón extra, que se añadió debido al creciente número de beguines.
Atravesar la puerta principal de esta manzana y acceder a su jardín central es como dar un paso en el tiempo. Incluso en algunas puertas de las viviendas pueden apreciarse aún los nombres de las mujeres que una vez habitaron el lugar. Las casas y la iglesia, construidas con el estilo arquitectónico estricto y característico de Flandes, son el vestigio de esta corriente religiosa, que nació en el noroeste de Europa durante la Edad Media.
Pero lo que realmente llama la atención es que, tras los muros de estas residencias, se esconde un espacio totalmente distinto al de la calle. En un segundo dejas de percibir la ciudad y todo el tormento que pueda producir y te ves inundado por una atmósfera de paz y serenidad. Es mágico comprobar cómo, al igual que los edificios, la tranquilidad original del Begijnhof ha sido preservada hasta nuestros días. Tradicionalmente se trataba de un refugio para el silencio, la meditación y la oración, y dado que el conjunto residencial conserva este carácter primitivo, se trata de un espacio perfecto para evadirse de la ciudad en pleno corazón de la ciudad.