He empezado este post de mil maneras diferentes. He escrito en el apartado de notas del ordenador, he abierto un documento Word y he empezado a ver fotos y vídeos de los pasados cinco meses. Todo para intentar encontrar las palabras que puedan hacer al menos un poquito de justicia a la sensación constante y plena de felicidad que he tenido durante estos últimos cinco meses en Bruselas. Pero no puedo, nada.
No puedo describir con palabras lo inmensamente feliz que he sido durante estos cinco meses. Literalmente, soy incapaz. He sentido de verdad lo que es tener suerte, pero suerte de la buena, de la que te hace estar un poco receloso porque no es posible que todo vaya tan bien. Pero sí, es posible; y lo he sentido en Bruselas.
Lo he sentido cuando volvía cargada de hacer la compra de la semana a la Rue de l’Ommegang 2; cuando hacíamos comida familiar los domingos; y cuando nos perdíamos por algún lugar a medio descubrir en Flandes al que las autoridades nos dejasen viajar por la crisis sanitaria. Lo he sentido con cada conversación en inglés, italiano o francés averiguando los equivalentes a «Te quiero» y «Te amo» durante una sobremesa de horas, ya sea en la comida o la cena. Lo he sentido con cada noche sin dormir por quedarse hablando en la que las 4 de la mañana eran los nuevos 9 de la noche. Lo he sentido con cada comida quemada, sosa, cruda, o sorprendentemente buena.
Y de fondo, la majestuosa Bruselas, siempre Bruselas. Un gofre en la Grand Place con ropa de estar en casa solamente porque nos ha entrado antojo; un paseo por las callecitas paralelas a la Avenue Louise con un pain au chocolat en mano y una sensación de calidez en todo el cuerpo; escoger el camino por el que hay que pasar por las Galerías Reales de Saint Hubert solamente para mirar hacia arriba durante todo el trayecto; correr por delante de le petit Notre Dame para acabar en el Parc Royale, preguntándonos por enésima vez la razón por la que queríamos hacer deporte; y mirar la torre del ayuntamiento desde Mont des Arts pensando dónde tiene que estar el truco para poder sentirse tan sumamente feliz.
Y el cielo. Madre mía qué cielo. Cada atardecer rosa, naranja y gris, con cada nube de un color diferente y una textura que te hace querer bajar a la calle comercial a comprar algodón de azúcar, a esa calle que siempre huele a gofre y vino caliente.
Y Ommegang. Cada una de las personas con las que he tenido la verdadera suerte, casi milagro, de haber conocido; a cada español, italiano, belga, polaco y cualquier nacionalidad que podamos encontrarnos en el ascensor camino a la séptima planta. Cada una de esas personas es y siempre será felicidad, suerte y hogar.
No sé qué he hecho para tener tantísima suerte, para conocer a personas que simplemente valen más que cualquier experiencia. No sé qué he hecho, de verdad que no. Pero quiero agradecer desde lo más profundo de mi alma, desde ese lugar al que esas personas han entrado tan fácilmente, que Bruselas me dejase haberlos conocido.
Yo no he ido de Erasmus, yo he ido a mi hogar. Por eso gracias, Bruselas. Simplemente gracias.
Espero que hayáis tenido un muy buen primer cuatrimestre, y os deseo un aún mejor segundo.
He empezado este post de mil maneras diferentes. He escrito en el apartado de notas del ordenador, he abierto un documento Word y he empezado a ver fotos y vídeos de los pasados cinco meses. Todo para intentar encontrar la forma más certera de describir la sensación de pertenecer que he sentido en Bélgica desde que bajé del avión. Pero no existen palabras, fotos o vídeos que puedan hacer justicia a este Erasmus 2020/2021 en Bruselas.
Gracias Flandes, Bruselas y Ommegang. Gracias por ser felicidad, suerte y hogar.
Gracias, de todo corazón.
Me llamo Marina Carrasco Valero, estudio Periodismo y Comunicación Audiovisual, y este primer cuatrimestre voy a ser vuestra corresponsal Erasmus en Bruselas. Durante los próximos cinco meses, voy a ser la pequeña puerta que os lleve a tocar, paladear, ver (aunque con un poco de miopía), oler y oír Bruselas. Juntos vamos a descubrir sus secretos, exhibiciones, conciertos, festivales…