Hace poco menos de un mes no tenía del todo claro si esta aventura se iba a hacer realidad. A decir verdad, estuve todo el verano escuchando a mis padres repetir “Núria metete en la cabeza que no podrás ir”. En cierta manera pienso que lo hacían por mi bien, cuando llevas tantos años deseando algo con tantas fuerzas y de repente llega el día y te quedas sin nada… Tiene que doler. Tiene que ser un golpe brutal. Creo que en esa situación lo más sensato que podía hacer era tener en mente las dos realidades con las que me podía encontrar: poder irme o tener que quedarme.
La verdad es que no todo salió como estaba planeado. Me levanté un martes de agosto con malas noticias desde Bélgica. En aquel momento sentí que la balanza se tambaleaba y que cada vez se iba haciendo todo más complicado. Ya veía el final y era demasiado amargo para mi gusto. Tenía que irme, pero tenía que irme ya.
De golpe, como si tuviera diez litros de café por todo el cuerpo, hice las maletas como si la vida me fuera a ello, cambié el contrato de alquiler, me despedí de toda mi gente y me fui. Días antes de lo planeado, con aún mil cosas por hacer, me marché. ¿Pero qué más me daba? Yo solo quería cruzar la frontera, con o sin maletas, con casa o sin ella. Y qué generoso fue el destino que decidió que mi lugar estaba allí.
Ahora, bastantes días después, mirando por la ventana del coche mientras vuelvo de Bruselas, no puedo evitar recordar aquellos días con cariño. Si bien es verdad que pasé los peores nervios de mi vida, salió bien. Y os juro que solo por despertarme cada día delante de este canal, pasaría esos nervios todos los días de mi vida.
Soy Núria, una catalana de veintidós años que lleva esperando su Erasmus en Flandes desde antes de empezar la carrera. Me encanta leer, escribir y hablar. Escuchar también, me encanta aprender cosas nuevas. No podría vivir sin arte. Cuando estoy triste escucho música y cuando estoy feliz también. Amo comer, supongo que el amor por la comida me viene de mi padre. En mi casa, siempre hemos sido de probar platos típicos de otras culturas, y no solo eso, de aprender a cocinarlos también.
Desde los catorce, tuve claro a qué me quería dedicar. Mi sueño era bastante específico: estudiar periodismo en Madrid. Luego, llegó el bachillerato y con ello las clases de economía. Nunca pensé que me fuera a gustar algo así, pero vaya si me gustó… La economía me generaba una curiosidad tan grande, que la puse de primera opción junto con ADE. De esta forma, en 2016, empecé un doble grado en economía y ADE. Descubrí un mundo nuevo, y fui consciente de lo importante que era la economía para ayudar a la gente. Comprendí que los economistas son importantes, pero no para lo que cree la mayoría de la gente. Ellos pueden elaborar modelos para reducir la pobreza, extinguir la corrupción e incluso evitar guerras. A medida que aprendía más cosas, mi amor por la economía crecía. Hoy, la economía me apasiona, de esto no tengo ninguna duda, pero el periodismo aún forma parte de mí.
2 comentarios
Que bien poder ver que tu sueño se hace realidad, pero que pena tenerte tan lejos.
¡Lejos pero cerca! Con muchas ganas de que vengas y enseñarte las maravillas de Bélgica.