En tres semanas se hará efectivo el cambio de corresponsal: Max Azemar tomará el relevo en este blog y mi beca Erasmus cerrará su cuenta. También se cumplirán cinco meses desde que vivo en Bruselas -a tempo para la valoración emocional, la primera convocatoria de exámenes y las últimas jarras de Maes-, ciento cincuenta días repitiendo el mismo itinerario cada vez que han venido a verme. Si aún no sabéis por dónde llevar a las visitas, qué ver en las horas muertas de una escala larga en Zaventem u os interesa otro circuito por el distrito centro de Bruselas, ¡este post es para vosotros!
El itinerario que os proponemos sale de la estación Gare du Noord, que tiene conexión con el aeropuerto y las principales ciudades de Flandes: una hora hasta Brujas, quince minutos desde Lovaina, treinta y cuatro minutos a Amberes. También incluye una parada de Flixbus, una de las empresas de autobuses más conocidas para moverse por Europa. La estación marca el límite entre las comunas de Bruselas centro y Schaarbeek; dejamos atrás el paso subterráneo que las separa y nos dirigimos al centro cruzando la arteria comercial de la capital, la Rue Neuve. A mitad de calle, entre tiendas de Inditex y neones color pastel encontramos una Iglesia del XVIII, Nuestra Señora de Finisterre. Es uno de mis edificios favoritos de Bruselas, una iglesia Neoclásica muy luminosa que se levantó para reemplazar un edificio del siglo XVII. En el interior se pueden admirar obras del siglo XVI en adelante: mención especial al púlpito, con representación de los árboles de la vida, la muerte y la serpiente, y a la estatua de la Virgen de a Buena Suerte, traída desde Escocia.
De espaldas a la capilla la Plaza de los Mártires aloja la sede del Gobierno Flamenco. Diseñada por el arquitecto Claude Fisco y con aspecto neoclásico, un mausoleo en el centro recuerda “los héroes de la patria”, enterrados en la Plaza tras las batallas por la independencia de Bélgica en 1830. No es tan imponente como la Grand Place, pero es una postal tan simbólica como desconocida. Otro emblema belga se encuentra pasado el campo de bolsas de cartón, frente a una de las bocas de metro de Brouckère: el Teatro Real de la Moneda. El edificio neoclásico nació como teatro italiano, se convirtió en institución gubernamental durante la Revolución Francesa y fue reconstruido como monumento por orden de Napoleón, a principios del XIX. En 1830, durante una representación de La muda de Portici -prohibida por el rey Guillermo III de Holanda- y al oír el aria “Amor Sagrado a la patria”, la audiencia se levantó y se echó a la calle contra los holandeses, desencadenando la independencia belga de Holanda.
Ya en el casco antiguo pasamos el edificio de la bolsa y giramos a la izquierda, hacia la Grand Place. Es uno de los conjuntos arquitectónicos más bonitos de Europa: el corazón, metafórico y geográfico, de Bruselas. Desde ahí subimos hasta las Galerías de Saint Hubert, las primeras Galerías Comerciales de Europa. Alrededor de 200 metros de tiendas de lujo, los mejores pralinés belgas y pequeños cafés.
El itinerario continua aquí.