El final de mes se acerca mis queridos lectores, y si no podía resistirme a algo, era precisamente a traeros una buena leyenda de estos mágicos🔮parajes.
La historia de hoy es muy pero que muy ✨brillante, cautivadora y deslumbrante✨, así que poneos gafas de sol 🕶 que vamos a vivir todo un eclipse.
3, 2, 1… ¡NARRACIÓN!
Érase una vez un lugar de la hermosa Bélgica, cuyo nombre olvidó la crónica, pero que bien quedó la lozanía de su gente, la alegría fluente y el alma latente en el relato presente.
Aunque cueste imaginarlo, entre tanto rasgo virtuoso había un elemento aún más asombroso, el cual tenía por nombre San Jorge🧑🏻 y por oficio guardián⚔️. Y pensaréis, ¿guardián de quién?
La pregunta, amigo mío, no está en quién si no en qué, ya que era la misteriosa ciudad la que gozaba de su protección ante la presencia de un ser algo un poquito más grande que un humano común.
Digamos que el bichito en cuestión tenía grandes alas con las que surcar el cielo⛈, escamas verde esmeralda que decoraban todo su cuerpo🍀, dientes afilados a los que temían hasta las cuchillas🔪 y cabeza generosa algo fogosa🔥.
Sí querido, vuelta al universo Juego de Tronos, Harry Potter o la Historia Interminable, aunque para interminable las liadas que los dragones se montaban en Bélgica cada vez que a un paisano se le ocurría levantar una mala piedra🤕.
Así que misterio resuelto y, una vez más, estabas en lo cierto.
Un dragón🐉 era el ente secreto que amenazaba a la tranquila población, siendo San Jorge el grandísimo héroe al que honran cada año con una increíble y majestuosa carroza de oro que evita todo mal presagio y sequía matadora de hambre.
Cuentan las buenas y malas lenguas de la zona, que si las reliquias⚱️de la procesión no llegan sanas y salvas al santuario⛪️, el protagonista del cuento la lía bien parda.
¿Será por torpeza o por chorizo? En cualquier caso, tienes la mano larga.
La representación de este mito se ha convertido en todo un evento dentro y fuera del país, siendo la mítica carroza de oro🔱acompañada por un dragón de ramas de sauce🌿 y cola de árbol joven🌲, de unos 9 metros y 180 kilos.
Solo te aviso de que en cuanto aparezca la bestia, todo espectador debe lanzarse a vencerla al grito de:
📣¡El pueblo no perecerá jamás!📣
Más te vale practicar ese bíceps lector, aunque sé de sobra que tienes experiencia luchando contra tus propios dragones🐲.
🎥CAPÍTULO XI, “EL DRAGÓN”🎥, ¡YA DISPONIBLE!
Besos de leyenda,
Rosa Bleda💛
¡Hola a todos! Mi nombre es Rosa Bleda y soy estudiante de Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense de Madrid, aunque realmente no soy madrileña sino manchega, de un pequeño pueblo llamado Hellín. Entre mis cosas favoritas en el mundo están el arte (pertenezco a un grupo de investigación en la UCM), el cine, la música, el gusto por la comida y sobre todo leer, me encanta que me cuenten historias, sin embargo no niego que algún día quisiera contarlas yo.
Mi sueño es ser comunicadora y trabajar en televisión, pero eso no significa que no aspire a más cosas en la vida, ya que el poder dirigir una película, escribir en un periódico o comisionar una exposición artística me resulta bastante tentador. También la idea de doblar algún personaje en un futuro o interpretar una obra de teatro, como La Casa de Bernarda Alba o La dama del alba, y eso que no me llamo Alba.
El motivo por el que elegí Bélgica como país de destino Erasmus, es que siempre me he sentido muy atraída por dicho país y su cultura, uno de mis pintores y comidas favoritas son procedentes de ese mágico lugar, cómo no Magritte y los gofres, combinación majestuosa donde las haya. Pero ojo, que no me olvido de las famosísimas y más que aclamadas patatas fritas, otro de mis favoritos en mi menú personal, aunque también quiero lanzarme a probar todo tipo de plato típico ya que mi sueño frustrado siempre será el ser crítica gastronómica (Ratatouille tiene gran culpa de ello).
Dicho esto, toca desvelar cuál es la ciudad a la que me dirijo a partir de Septiembre de 2020, y que me acogerá hasta que llegue la Navidad y toque volver a casa como el turrón. Mi destino Erasmus es Gante, esa pequeña ciudad portuaria que en tiempos de juglares era la reina de Europa. Seré sincera, tengo muchísimas expectativas en ella, y no es para menos la verdad.