No me tengáis en cuenta estos poquitos días de inactividad… He estado absorbida por la vida del estudiante (ya me entendéis).
Los sistemas evaluativos flamencos, el nivel de exigencia de sus universidades y su educación en general, son temas que suelen generan mucha curiosidad entre los estudiantes españoles. Y es normal, ya que la educación flamenca y la española no tienen nada que ver.
En el post de hoy os vengo a contar como lo estoy viviendo yo: una estudiante catalana en una universidad flamenca.
Antes de nada, os pongo un poco en contexto. Actualmente estoy estudiando en la VIVES University College, concretamente en la VIVES Business Academy, la rama de la universidad que se dedica a la enseñanza de las ciencias empresariales. Mi universidad, además de ser una impresionante obra de arte diseñada por los arquitectos Johan Bosschem y Jan De Vloed, es relativamente nueva, ya que fue fundada en 2013 a partir de una fusión entre la KATHO y la KHBO.
Pero ahora avancemos un poco en el tiempo. Setiembre del 2020, inicio de mi aventura en Flandes. Si tuviera que definir con una palabra la educación recibida estos meses sin duda sería “intensa”. Muchas horas y muchas asignaturas. La primera diferencia entre la universidad flamenca y la española es la gran disparidad de horas de clase por crédito. De media, en España, si cursas una asignatura de 6 créditos, le dedicarás 3 horas de clase a la semana (más las pertinentes en casa para llevar al día los trabajos y exámenes). Aquí, en cambio, si la asignatura es de 6 créditos, tendrás 6 horas de clase a la semana, pero no te llevarás prácticamente trabajo a casa.
Otra cosa muy curiosa es el sistema evaluativo flamenco. En España tenemos fama de recibir una educación muy teórica. Aquí (al menos en mi carrera), la parte práctica juega un papel decisivo a la hora de evaluar al alumno. Por ejemplo, la primera semana, tuvimos un intensivo de Márketing Internacional, y cada día teníamos que lidiar con un proyecto diferente y presentarlo delante de toda la clase al final de la jornada. Esa semana que pensábamos que sería la “excepcional”, fue la primera de muchas otras con la misma dinámica. Gracias a este sistema, además de mejorar muchísimo nuestras habilidades comunicativas, hemos podido llegar a los exámenes finales más tranquilos, ya que no nos lo hemos jugado todo a una carta.
Otro factor que me ha parecido muy peculiar es la gran cantidad de asignaturas cuatrimestrales que se cursan. En España, mis asignaturas suelen ser de entre 6 y 12 créditos, por lo tanto, suelo cursar entre cinco y seis asignaturas por cuatrimestre. Aquí en Flandes tienes 10 asignaturas diferentes cada cuatrimestre (eso es porqué casi todas las asignaturas son tan solo de 3 créditos).
Ahora vayamos a lo interesante: los exámenes. Durante todo el año he ido haciendo controles, trabajos e incluso algún que otro final. Por lo tanto, este enero “solo” tengo programados 7 finales. En mi universidad flamenca, los exámenes teóricos son prácticamente iguales a los que hacía en España, algunos exámenes con preguntas tipo test, pero la mayoría con preguntas abiertas, con el punto positivo de que dejan mucho más tiempo para responder. Pese a que los exámenes “escritos” son idénticos, en la mayoría de las asignaturas nos evalúan de forma oral. El procedimiento del examen es simple. Cada alumno tiene una hora asignada de examen y cuando toca tu hora, te reúnes con el profesor de la asignatura en cuestión y él te formula las preguntas oralmente, lo que es muy guay ya que se abren debates y el examen puede llegar a ser una conversación bastante dinámica.
Básicamente, la diferencia más grande es la metodología del sistema evaluativo, mucho más práctico en Flandes. A partir de aquí, cada cual decidirá si le convence más un sistema u otro. Yo me quedo con lo mejor de los dos mundos: la confianza que se gana con el sistema flamenco y la buena base que se adquiere con el sistema español.
Soy Núria, una catalana de veintidós años que lleva esperando su Erasmus en Flandes desde antes de empezar la carrera. Me encanta leer, escribir y hablar. Escuchar también, me encanta aprender cosas nuevas. No podría vivir sin arte. Cuando estoy triste escucho música y cuando estoy feliz también. Amo comer, supongo que el amor por la comida me viene de mi padre. En mi casa, siempre hemos sido de probar platos típicos de otras culturas, y no solo eso, de aprender a cocinarlos también.
Desde los catorce, tuve claro a qué me quería dedicar. Mi sueño era bastante específico: estudiar periodismo en Madrid. Luego, llegó el bachillerato y con ello las clases de economía. Nunca pensé que me fuera a gustar algo así, pero vaya si me gustó… La economía me generaba una curiosidad tan grande, que la puse de primera opción junto con ADE. De esta forma, en 2016, empecé un doble grado en economía y ADE. Descubrí un mundo nuevo, y fui consciente de lo importante que era la economía para ayudar a la gente. Comprendí que los economistas son importantes, pero no para lo que cree la mayoría de la gente. Ellos pueden elaborar modelos para reducir la pobreza, extinguir la corrupción e incluso evitar guerras. A medida que aprendía más cosas, mi amor por la economía crecía. Hoy, la economía me apasiona, de esto no tengo ninguna duda, pero el periodismo aún forma parte de mí.