En la ciudad de Leuven se encuentra la fábrica de cerveza Stella Artois, una de las cerveceras más famosas del mundo, en donde en la actualidad se producen conocidas cervezas como Leffe, Hoegaarden, Jupiller o la misma Stella Artois.
La historia de esta cervecera comienza ya por 1366, con el nombre de “Den Horen” (“El cuerno”), como demuestran los registros ducales de la época. Para 1537 ya era la empresa más importante de Leuven. La producción continuó y hacia el año 1717 un tal Sebastien Artois se hizo cargo de la fábrica de cerveza, y desde entonces el nombre de “Artois” suplantó al de “Den Horen”, aunque éste se mantuvo como emblema hasta hace unos pocos años. Llegó el año 1926 y la fábrica Artois creó una cerveza especial para navidades llamada “Stella”, y éste fue el nombre que se conserva en la actualidad para esta fábrica cervecera de una tradición de más de 600 años. A día de hoy la producción de varias cervezas belgas (las marcas ya comentadas) se ha combinado en una misma localización, Leuven, al unirse varias fábricas belgas. Esta fábrica produce en la actualidad más de un billón (sí, con “b”) de litros anuales de cerveza…
La fábrica de Stella Artois se puede visitar a lo largo de todo el año. Existen diferentes rutas turísticas, enfocadas para grupos grandes y pequeños, para estudiantes, profesionales o cualquiera que tenga curiosidad por verla, con diferentes precios y horarios, y en flamenco e inglés. El precio suele ser de 8,50 euros, aunque hay algún descuento para estudiantes en grupo… En fin, para escoger la mejor visita es mejor que consultéis su página web: http://www.breweryvisits.com/stella_breweryvisit.php
El pasado sábado me apunté a una de las visitas guiadas a la fábrica. Tras recibirnos, nos dieron una explicación de la historia de la Stella y nos pasaron al interior. Había dos bloques, uno caliente, para cocer y hervir el mosto, y otro frío, para su maduración y conservación. Pero al bloque frío no pudimos acceder, ya que los niveles de CO2 eran peligrosos (se ve que llegamos en plena fermentación) También vimos la sala de informática, desde donde se controla todo el proceso, pero era “top secret” y no se podía ni fotografiar ni grabar. Finalmente, nos llevaron al bar, donde pudimos disfrutar de una Stellas fresquitas y bien servidas, a la manera tradicional, y nos dieron además unas botellas de Stella de recuerdo.