Las primeras semanas son un caos absoluto. Luego llegan las primeras amistades reales, cuando te comienzas a abrir de verdad. Poco a poco vas viviendo experiencias juntos, amores, desamores, alegría, impotencia… y todo ello te lleva al máximo exponente de la amistad… la confianza. Es por ello, que las últimas semanas del Erasmus sientes una sensación tan rara recorriendo tu cuerpo. Sabes que la gente con la que has ido construyendo paso a paso tu personalidad durante el último año pronto no la verás cada mañana al despertar. Ya no podrás hacer algo tan mundano como ir a lavar la ropa con tu mejor amigo. Eso ya se acabó… Sin embargo, sientes dentro del cuerpo un poderío, una voz que te dice que todo va a ir bien, y que esta familia que has ido ganándote a pulso siempre estará ahí para lo que necesites. Ya no importa que no vayáis a vivir juntos. Lo que has conseguido está en otra dimensión, no se puede expresar con palabras. Sabes que lo que has logrado es único, es un diamante que siempre permanecerá unido a ti. Y es por ello, que aunque cuando te despidas por última vez parezca desde fuera que estás llorando, por dentro te sentirás la persona más afortunada del mundo.
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