El corazón de Bruselas lo compone el barrio Leopoldo, quizás mi zona favorita de toda la ciudad. Pasear por sus calles es un auténtico lujo, ya que podemos encontrar una amplia variedad de edificios de gran importancia, en los que se desarrolla una buena parte de la vida política tanto de Bélgica como país, como de la Unión Europea. Es aquí donde encontramos la iglesia de la que te hablaremos en este post, la iglesia de San José.
Lo primero que me llamó la atención de este edificio fue su localización. Dado que se encuentra totalmente rodeada de otros edificios que no tienen nada que ver con ella, la iglesia solo deja visible la fachada, de estilo neorrenacentista. Enfrente de ella, encontramos la plaza Frère-Orban, con un pequeño parque que contiene varios monumentos. Entre ellos, nos topamos con un homenaje a los belgas asesinados por los nazis. Este espacio, además, alberga edificios de la talla del Consejo de Estado de Bélgica.
La iglesia comenzó a construirse en el año 1842, y no sería acabada hasta 30 años después, en 1874. Fue durante este periodo de tiempo cuando se decidió que fuese dedicada a San José, patrón de Bélgica. En su espectacular interior, de plano basilical, podemos comprobarlo.
Como si de una gran catedral se tratase, el interior nos sorprende con una colección inmensa de banderas, incluyendo todas las provincias belgas y la del Vaticano. Estas se encuentran alrededor de toda la basílica, al igual que lo hacen diferentes pinturas que representan la pasión de Cristo, una escultura del Sagrado Corazón de Jesús, y una representación del Perpetuo Socorro. El altar mayor lo preside un mural cuya autoría pertenece al famoso pintor belga Antoine Wiertz.
Actualmente, en el templo se están llevando a cabo varios trabajos de restauración y conservación que no permiten disfrutar al completo del conjunto pictórico. Sin embargo, esto añade a la visita la posibilidad de descubrir la manera en la que los restauradores trabajan, ya que se puede ver sin ningún tipo de impedimento.
Para mí, la visita a esta iglesia, muy cercana al centro de la capital bruselense, se ha convertido en un imprescindible. Su majestuosidad, que casi llega a asustar, con unos murales inmensos y una simbología remarcable, nos recuerda a las grandes iglesias italianas en las que se inspira. Hablamos, pues, de uno de los abundantes y preciosos secretos que la ciudad de Bruselas esconde para todo aquel visitante que se atreva a conocerla y a descubrir, poco a poco, su increíble belleza.
¡Nos vamos viendo!
Jose
¡Qué ilusión me hace estar escribiendo por fin estas palabras! A partir de este mes de febrero empiezo como corresponsal de Erasmus en Flandes y tengo muchas ganas de enseñaros mi trabajo. Recoger el testigo de Yolanda en cuanto al tema de Patrimonio es todo un honor.
Antes de nada, me presento. Me llamo José Manuel Ortega y tengo 20 años. Nací en Granada, pero he vivido toda mi vida en La Línea de la Concepción, un pueblo de Cádiz. Estudio Traducción e Interpretación en la Universidad de Granada y, actualmente, estoy realizando un intercambio Erasmus en Bruselas de curso completo.