Siempre le he tenido un poquito de manía a Mozart. Igual que el martillo rojo cuando te preguntan una herramienta y un color; si nos preguntasen por un compositor, el primero por el que nos decantaríamos sería Mozart. No quiero que se me malinterprete, era un genio y no cabe duda de que hubiéramos dormido un poquito peor de bebés si no hubiera sido por ese casette que tenía en bucle todas sus sinfonías. Sin embargo, siento cierta debilidad por esos compositores que sudaban un pelín más para hacer una sonata, que se pasaban horas delante de un pentagrama esperando a que el hit del verano les viniera a la mente.
Por eso, igual que tengo cierta debilidad por Beethoven y sus ceños fruncidos frente al piano, también la tengo por esas cosas que merecen la pena pero que no tienen tan buena propaganda. Son cosas como el trozo de pizza que tiene menos queso, la canción que no hemos escuchado pero que pensamos que ya no nos gusta porque no está en el top 10, la pipa ya abierta de la bolsa… o Malinas.
Tengo cierta debilidad por Malinas (Mechelen en flamenco y Malines en francés).
A pesar de que si se indaga un poco en Internet sobre Bélgica siempre vamos a acabar escuchando sobre esta ciudad flamenca, tengo la sensación de que no es uno de los primeros lugares en los que se piensa para descubrir obligatoriamente en una visita exprés a Bélgica. No puedo evitar pensar en ella como el último trozo que se deja en el plato; y después de haberla visitado, no entiendo la razón.
Queríamos viajar a alguna de las joyas escondidas en forma de ciudades que se encuentran cerca de Bruselas, pero no sabíamos bien cuál. Entre nombres en francés y flamenco, ahí estábamos nosotros: en la estación de tren cogiendo la oferta de fin de semana para que el viaje de ida y vuelta nos saliera por 5.80€, rumbo a una ciudad al norte de Bruselas. Tras el brevísimo trayecto de veinte minutos desde la estación de Bruselas Norte, llegamos a la primera ciudad que he visto engalanada de Navidad, llegamos a Malinas.
Y os puedo asegurar de verdad, sin cruzar ningún dedo de la mano, que tiene algo. No sé exactamente el qué, pero lo tiene.
Antes de escribir el post, no sabía exactamente qué recalcar: ¿la increíble catedral de San Rumoldo de Malinas que es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco?, ¿la Grote Markt que tiene como fronteras preciosas casas típicas de la arquitectura nacional?, ¿los montones de puentes y pasarelas a orillas del río Dyle?, ¿el jardín botánico con el que te dan ganas de tener muchas cosas por las que estar preocupado simplemente para andar por ahí y pensar?
Sí, efectivamente, todo eso. Sin embargo, por muy maravilloso que sea todo lo que he nombrado y lo que me queda por nombrar, tengo la sensación de que nada de eso puede ser un argumento lo suficientemente válido como para poder justificar lo bien que me sentí allí.
Las calles ya estaban engalanadas con luces de Navidad, las cafeterías que estaban abiertas tenían el color acogedor típico del lugar en el que te pides un chocolate caliente (recomiendo muchísimo el Bar Klak, muy cerca de la Grote Markt), y hacía el tipo de frío que se te queda en la punta de la nariz mientras el resto del cuerpo está perfectamente cálido. Paseamos por cada puente y visitamos todo lo que estaba a nuestro alcance mientras escuchábamos conversaciones en inglés y flamenco indistintamente. Y así, rodeada de tanta luz, al llegar al tren todos teníamos la sensación de resaca de alegría en el cuerpo.
Flandes está lleno de joyas dignas de ser escuchadas: Bruselas, Brujas, Amberes, Gante, Lovaina… pero igual que Beethoven, Malinas también merece estar en el casette. Porque Malinas puede ser la última porción que queda en el plato, pero solo porque siempre se deja la mejor parte para el final.
¡Muy buen día, viajeros!
Me llamo Marina Carrasco Valero, estudio Periodismo y Comunicación Audiovisual, y este primer cuatrimestre voy a ser vuestra corresponsal Erasmus en Bruselas. Durante los próximos cinco meses, voy a ser la pequeña puerta que os lleve a tocar, paladear, ver (aunque con un poco de miopía), oler y oír Bruselas. Juntos vamos a descubrir sus secretos, exhibiciones, conciertos, festivales…