Con el paso de los meses, no es difícil percatarse de lo complicado que puede llegar a ser acostumbrarse al 100% a una rutina extranjera, en mi caso, belga. Cenar a las 6 de la tarde y almorzar a las 12 del mediodía, trasladarse en bicicleta hasta cuando está diluviando o simplemente disfrutar del silencio de una cafetería a rebosar de clientela son algunos de los acontecimientos del día a día que, a ojos de españoles, nos parecen cuando menos insólitos.
Es por este motivo que cuando comencé mi aventura Erasmus en la región flamenca con el propósito de empaparme de la cultura belga, tenía claro que sólo sería posible con la ayuda de nativos, y fue así como descubrí la mejor cervecería de Bélgica: In de Verzekering Tegen de Grote Dorst (algo así como “En el Refugio Contra la Gran Sed). En palabras de Kurt y su familia, encargados de este maravilloso rinconcito en el pueblo de Lennik, “un nombre muy largo para un horario muy pequeño”, y no es para menos cuando tan solo abren los domingos de 10 de la mañana a 13:30 de la tarde.
¿Y quién querrá ir a una cervecería a las 10 de la mañana de un domingo de resaca? Me preguntaba tras haber dormido apenas 4 horas la noche anterior. La respuesta fue concisa al abrir las puertas de un pequeño local de fachada sobria que parecía querer esconder sus múltiples títulos en los últimos años como mejor cervecería belga. Familias y amigos, ancianos que acudían década tras década y se mezclaban con los jóvenes curiosos, algún turista afortunado bien recibido por los pueblerinos, deportistas (y no tan deportistas) que disfrutaban de una buena cerveza acompañada por un queso reponedor daban vida a un lugar de contrastes, donde incluso la familia encargada se distribuía en un amplio rango de edades: desde la arrugada tez de la pareja octogenaria que servían el oro líquido belga hasta las cuidadosas y diminutas manos del aprendiz que abrillantaba cada copa con máxima delicadeza, el futuro heredero de una cervecería con sesenta años de historia.
Pero no solo su exquisita carta de cervezas, que recoge una de las mayores selecciones de geuze y kriek del mundo, te dejará boquiabierto, sino también el famoso estilo belga Art Déco que envuelve cada esquina de un local reformado al detalle durante cinco años conservando la esencia de aquellos cafés de finales de los 40, todo una herencia flamenca.
Si tienes la oportunidad de acercarte al número 45 de Frans Baetensstraat, no dudes en pedir alguna de sus especialidades como el Lambiek van ‘t vat, Oude geuze o Oude kriek.
¿Demasiado complicado madrugar un domingo por una buena cerveza belga? ¡Geen probleem!, el próximo 22 de abril celebrarán la Noche de la Gran Sed o De Nacht van de Grote Dorst, un festival llevado a cabo cada dos años donde se ofrecen las únicas cervezas que aún conservan el proceso de fermentación espontánea dando como resultado verdadero oro líquido. Si no te encuentras disponible para tu próxima cita en Itterbeek (Dilbeek) con la Noche de la Gran Sed, siempre podrá darse la agridulce casualidad de toparte con un entierro en la Iglesia de Santa Úrsula, y digo agridulce porque en este caso el mejor café de Bélgica abrirá sus puertas para celebrar el paso a una mejor vida, como no podría ser de otra manera, con una buena geuze.
Sobre precios, para todos los bolsillos: desde 4 o 5€ hasta las crème de la crème por casi… ¡¡130€!!