Fin de Mayo. Mes de miradas lejanas a lo que aquello fue.
Es una pena que la pandemia actual robe a las calles su normalidad. Pero lo cierto es que estaríamos alimentando esta pena si nos hundiéramos en la negatividad y sucumbiésemos a la tentación de olvidar los buenos momentos. Por eso, durante todo este mes de mayo, he tratado de quedarme con lo mejor de lo mejor de Gante. Y aquí, lo comparto con vosotros.
LO MEJOR DE GANTE ES…
De manera intangible e inexplicable, su ambiente. Se podría decir que hay algo que flota elegantemente en el aire y que todos respiramos, siendo víctimas de un calmado bienestar. Lo cierto es que uno no lo acaba de comprender hasta que visita la ciudad.
Sus adoquines. Te transportan a otro mundo, en otro tiempo. Hacen de las calles un lugar cálido y acogedor. Son la guinda de la tarta.
Su movimiento diurno. Coches, peatones y bicicletas, muchas bicicletas. Todos crean un ritmo firme y ordenado cual manecillas de un reloj.
Su calma nocturna. Casi todo cierra pronto y las calles quedan en silencio, listas para ser admiradas en su máximo esplendor. Aunque la calma se aleja si uno busca fiesta ya que ciertas zonas sirven exclusivamente para pasarlo bien.
Su gente. Como no podía ser de otra manera, los habitantes de Gante siempre han sido amables y cercanos conmigo. Si he necesitado ayuda, la he recibido. Y si he regalado una sonrisa, me han enviado otra de vuelta.
Su arquitectura. La Iglesia de San Nicolás, el puente de San Miguel, el Castillo de los Condes, Belfort, la Catedral de San Bavón y muchos más.
Inevitablemente, su estación. Gent-Sint-Pieters para mi siempre fue y será uno de los lugares más especiales de Gante. Por su imagen y, sobretodo, por su significado. He aquí la prueba.
Por todos vosotros, sus estudiantes. La juventud ilumina la ciudad y la llena de vida. Una formación de calidad atrae a personas proactivas y curiosas, construyendo así un ambiente estudiantil inmejorable.
Su Graslei. Icono de la ciudad e imagen que se queda grabada en la memoria para siempre. Lugar de quedada, de turismo y de relax. Lugar que irradia romanticismo, belleza e historia. Por el día, una maravilla; por la noche, más si cabe.
Su Korenmarkt. La plaza por excelencia, el centro histórico de la ciudad. Restaurantes abundantes, arquitectura llamativa y personas caminando sin un destino concreto.
Y, por supuesto, sus secretos. Esos pequeños detalles que cada uno descubre. Lo que no está escrito en los libros, lo que se sale fuera de lo normal, lo mágico. Eso que me encantaría contaros, gritar a los cuatro vientos; pero que no sería justo.
Porque realmente, la única manera de desvelar estos secretos es que los busquéis vosotros mismos.
OS ESPERO EN EL PRÓXIMO POST: Hertog Jan*** | Excelencia culinaria
Os invito a este extraño lugar. Aunque las visitas no son frecuentes, haremos de esta ocasión la excepción que confirma la regla. Bienvenidos a mi cabeza.
Seguidme, os llevaré a un sitio muy especial. Normalmente, tras esta puerta pintada de colores, uno puede toparse con espaguetis flotantes, junglas de pingüinos o ciudades invisibles… A decir verdad, la mayoría de las veces, ni siquiera yo mismo estoy seguro de lo que me espera al girar el pomo. De todas formas, hoy podéis estar tranquilos. Hoy sí sé lo que hay al otro lado:
Al otro lado está Gante. Y sus calles adoquinadas, clones en bici, música abstracta, dinosaurios, idiomas alienígenas, hechizos y, dentro de esta normalidad, infinidad de locuras.
Lo más seguro es que si os dejase sueltos por este lugar, acabaríais majaras. Como no queremos eso, os lo voy a enseñar poco a poco, durante cinco meses.