«A menos que esté muy equivocado, esta invención resultará importante en el futuro», escribió Leo Baekeland en su diario el 11 de julio de 1907. Resultó estar en lo cierto, siendo su hallazgo el principio de una era y la raíz de numerosos dilemas a día de hoy.
Leo Baekeland nació en Gante el 14 de noviembre de 1863. Mientras que su padre insistió en enseñarle su oficio como zapatero, Baekeland se graduó a los 20 años en química en la Universidad de Gante y comenzó a impartir clases en la misma. Posteriormente, a los 26, emigró a Estados Unidos, donde sus grandes descubrimientos tuvieron lugar.
Antes de dar con aquella importante invención en la que hoy nos vamos a centrar, trabajó para E. & H. T. Anthony & Company (más tarde denominada como Ansco Company), la empresa fotográfica más importante de Estados Unidos en el siglo XIX. Allí, patentó una placa en seco que podía revelarse en agua y, tras su éxito, Baekeland fundó su propia empresa llamada Nepara Chemical. En el nombre de este nuevo negocio, patentó el papel fotográfico Velox, que permitía revelar fotografías haciendo uso de luz artificial. Esto fue algo totalmente novedoso ya que anteriormente las imágenes solo se podían revelar con luz solar. Si bien es cierto que este descubrimiento cambió el mundo y, de hecho, convirtió a Baekeland en millonario tras vender su patente a Kodak, no fue el principal hito del belga.
Entonces… ¿a qué invención nos estamos refiriendo?
Pues nada más y nada menos que… ¡al primer plástico termoestable!
Se puede afirmar que Leo Baekeland marcó el comienzo de la «era del plástico» mientras estaba simplemente experimentando en su laboratorio particular. A su invención la llamó «baquelita» y fue la primera de una serie de resinas sintéticas que revolucionaron la economía moderna y la vida tecnológica. En 1910 fundó la compañía General Bakelite, la cual presidió hasta 1939, cuando fue adquirida por Union Carbon and Carbide.
Tal fue el éxito de este nuevo material, que Baekeland se convirtió en multimillonario, ocupó la portada de la revista Time el 22 de diciembre de 1924 y recibió la Medalla Franklin en 1940. Murió a los 80 años, sin idea alguna de la controversia que iba a traer su hallazgo a la sociedad actual. El mundo tal y como lo conocemos no sería el mismo de no ser por la evolución de la invención del gantés. La versatilidad del plástico ofrece grandes ventajas, pero su mal uso deriva a graves consecuencias.
Si hay algo que debemos tener claro es que la culpa de las toneladas de plástico que se acumulan en nuestros océanos no es de aquel químico innovador, sino nuestra. Es más… ¿qué diría Leo Baekeland si viera la que hemos armado?
OS ESPERO EN EL PRÓXIMO POST: Las ciudades hermanadas de Gante
Os invito a este extraño lugar. Aunque las visitas no son frecuentes, haremos de esta ocasión la excepción que confirma la regla. Bienvenidos a mi cabeza.
Seguidme, os llevaré a un sitio muy especial. Normalmente, tras esta puerta pintada de colores, uno puede toparse con espaguetis flotantes, junglas de pingüinos o ciudades invisibles… A decir verdad, la mayoría de las veces, ni siquiera yo mismo estoy seguro de lo que me espera al girar el pomo. De todas formas, hoy podéis estar tranquilos. Hoy sí sé lo que hay al otro lado:
Al otro lado está Gante. Y sus calles adoquinadas, clones en bici, música abstracta, dinosaurios, idiomas alienígenas, hechizos y, dentro de esta normalidad, infinidad de locuras.
Lo más seguro es que si os dejase sueltos por este lugar, acabaríais majaras. Como no queremos eso, os lo voy a enseñar poco a poco, durante cinco meses.