¡Hola de nuevo Erasmus!
Hace unos días que no me pasaba por aquí y es que esta primera semana de agosto la ola de calor me ha dejado rendida en casa. Después de varias semanas con una intensa actividad y viajes por Flandes he decidido tomarme unos días libres en compañía de mi ventilador, globos de agua y varias duchas diarias.
Un consejo: si hacéis la maleta para pasar un verano flamenco no olvidéis el chubasquero ni el bikini…
Hoy sin embargo os hablaré de otro plan de estos días, que me ha sido idóneo también para lidiar con las temperaturas y mantenerme activa pues incluye aire acondicionado y estimulación intelectual: la visita al Museo Magritte en Bruselas.
No es del todo cierto que el calor me ha retenido bajo cuatro paredes. La semana pasada fue mi cumpleaños y aproveché para celebrarlo en una de mis pastelerías favoritas en Gante -en el próximo post os hablaré de algunos sitios imperdibles y dulzones de esta ciudad- y echando de menos la Costa Brava, decidí hacer una excursión a un lago para refrescarme – también veréis un vídeo sobre ello…-.
El museo Magritte y el surrealismo
La ciudad de Bruselas alberga todo tipo de Museos, algunos de los cuales forman parte de los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica. El Museo dedicado a la obra de René Magritte es uno de ellos y se encuentra en pleno centro, en la Plaza Real al lado del Parque de Bruselas. Este es uno de los imperdibles: este pintor surrealista tiene una marca muy personal que hace que todos podamos identificar como suyas obras como Los Amantes (cuyas cabezas están recubiertas con sábanas) o La Traición de las Imágenes (más conocida por lo de «esto no es una pipa»…).
Y es que sí, Magritte es otro de los artistas belgas que tienen un importante lugar en la historia del arte.
Magritte fue un pintor con inquietudes que superaban esta disciplina: su reflexión sobre el arte lo llevó a la reflexión filosófica sobre este y otros métodos de representación como, por ejemplo, la escritura. El «ir más allá» del pincel y también de la representación tradicional -con valores artísticos como la belleza o la imitación- fue una de las características principales del grupo de artistas al que pertenecía: los surrealistas. Las imágenes que los grandes nombres de este grupo nos han dejado son desconcertantes y a menudo casi desagradables. La misma palabra «surrealismo» nos puede ayudar a comprender el por qué de esta estética tan característica: sus pinturas no buscaban lo visible, lo cotidiano, sino que querían mostrar al espectador lo que está por encima de la realidad, o en otras palabras, todo lo que esta nos esconde.
Como ya he comentado antes, en la visita al Museo Magritte podréis observar muchas obras de este que quizás desconocíais que eran de su mano; lo podréis hacer además con toda tranquilidad pues las medidas tomadas en el recinto por la COVID-19 son las más exigentes que he visto hasta ahora (hay un recorrido muy pautado, todas las puertas deben abrirse con los codos, etc.)
Sombreros, pipas, desnudos y colores: una vida en palabras
Cuando entramos en el edificio principal de los Museos Reales tenemos que ir hasta la planta subterránea para conocer la historia y el arte de Magritte. Antes de nada una línea cronológica nos ubicará en el tiempo y el espacio: empezamos nuestro recorrido en 1898, cuando el futuro artista nació en Lessinas. A medida que avanzamos en la exposición, podemos dudar sobre si lo que vemos es aquello que creemos ver (una buena señal, pensarían los artistas surrealistas). Si los más característico de Magritte son esos hombres con sombreros y las pipas que no son pipas, ¿Qué son todos esos cuadros llenos de colores, casi impresionistas, que ocupan dos plantas de la visita del Museo?
Como la ciudad en la que se halla, a lo largo de su vida Magritte cambió mucho de estilo y ocupación: desde la publicidad y la propaganda comunista pasando por el surrealismo y sus acercamientos a los colores del impresionismo, en el museo veremos obras de estilos muy distintos que capa a capa conforman la huella personal de este belga. A su turno, Bruselas es una ciudad también repleta de estilos en la que se imprimen distintos momentos de su historia propia y de una mayor, la europea.
Conocer la figura de Magritte en su museo en Bruselas, de la mano que empezamos a sumergirnos en esta ciudad es una forma bonita de empezar a descubrir la capital de Europa. Este post quiere ser una introducción a esta capital y a este artista, para que en el próximo podemos descubrir juntos qué cinco lecciones de Magritte sobre el arte pueden aplicarse a la vida de los erasmus.
Espero que hayáis disfrutado este primer acercamiento… ¡Os espero en el próximo post!