Las ciudades flamencas tienen características comunes que las hacen especiales y únicas, los canales, las fachadas escalonadas, las Grote Markts… pero también, los beguinajes.
Los beguinajes, begijnhofs en neerlandés, eran comunidades que se crearon en la mayor parte del norte de Europa en la Edad Media. Situados dentro de las ciudades, son como pequeños barrios cerrados, con una o dos entradas, formados por una serie de casas agrupadas rodeando una pequeña plaza o jardín lleno de vegetación.
En ellos, vivían las beguinas, mujeres solteras o viudas que se unían formando estas comunidades y trabajaban para mantenerse por ellas mismas. Se dedicaban a ayudar a enfermos, desamparados, ancianos, mujeres y niños y a labores artesanales e intelectuales.
Las beguinas eran mujeres devotas, sin embargo no tomaban los votos por lo que no eran ni monjas ni laicas, únicamente hacían promesa de castidad. No existía ningún tipo de jerarquización y eran libres de dejarlo cuando quisieran.
Cada beguinaje era autónomo y organizaba su propia forma de vida, siempre con el propósito de orar y servir, por ello, en estas comunidades siempre hay una iglesia en la que las beguinas pudiesen rezar. Sin embargo, su falta de sumisión a las altas esferas eclesiásticas provocó su persecución por parte de la Iglesia. Sufrieron denuncias de herejías y empezaron a quemar a beguinas en la hoguera, de hecho, el jardín central del de Brujas es un cementerio ya que quemaron a muchas de ellas allí.
Actualmente, los beguinajes que se conservan han perdido totalmente su sentido religioso y son un refugio para mujeres sin recursos. Además, en 1998 fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
A pesar de que el de Brujas es el más conocido, en casi todas las ciudades flamencas hay uno o varios y todos ellos son preciosos, el beguinaje de Amberes, los tres de Gante, los pequeños y grandes beguinajes de Lovaina y Malinas, el de Lier, el de Hasselt…
Todos ellos son diferentes pero tienen un encanto especial, ya que al atravesar sus puertas, sientes que has entrado en una ciudad y una época totalmente distintas. Son como oasis de paz y tranquilidad en medio de la ciudad, totalmente aislados del resto.
Siempre que voy una ciudad nueva, visito sus beguinajes y sin duda, uno de mis favoritos es el de Amberes. A pesar de estar ubicado en la zona universitaria, mucha gente no sabe que existe ya que está bastante escondido, en la calle Rodestraat 39. Las casas se organizan entorno a un jardín precioso e incluso cuenta con un callejón por su necesidad de ampliación.
Lo que más me gusta es la sensación de desconexión y tranquilidad al pasear por su interior, y contemplar los cambios de estación en su jardín.
Soy una de las 7.500 millones de personas que vive en el mundo. Una a la que le encantaría descubrir todo lo que hay en él, ya que me apasiona viajar y conocer todo aquello que me rodea. Además, viajar me permite disfrutar otras de mis pasiones, la gastronomía y la arquitectura.
Mi aventura en esta ciudad no empieza aquí, comenzó el 17 de septiembre, y, desde entonces ha sido un no parar de descubrir, de ver, de viajar, de aprender, de fotografiar, de sentir, de vivir…
Después de casi 5 meses viviendo en Amberes, espero que mi experiencia pueda serviros de ayuda tanto a los que vais a venir, como a los que ya lleváis aquí un tiempo como yo, dado que, a pesar de haber conocido gran parte de esta maravillosa ciudad, siempre hay cosas nuevas que descubrir, pero también, otras ya conocidas que redescubrir.