Ya hemos hablado en anteriores ocasiones de alguna abadía de Lovaina o de dentro de su término, como la del parque, o la de Vlierbeek. Y es que Lovaina es uno de los lugares con más abadías juntas de Flandes. En sus alrededores se cuentan hasta 4 de ellas, pero esta vez nos centraremos en la que está en su centro.
La abadía (con iglesia) de Santa Gertrudis.
Comenzaremos por la iglesia, pues su campanario es lo que primero se ve, al acercarnos al barrio donde se sitúa este complejo. Esta iglesia de santa Gertrudis, o Sint-Geertruikerk, se encuentra aquí, y data del siglo XII, cuando era un pequeño lugar destinado a la oración. Todo cambió cuando el duque Enrique I de Brabante decidió ampliarla y convertirla en lo que vemos ahora, durante el siglo XIII. Llama la atención su color gris y su aspecto duro, en contraste con el resto del barrio, que es bastante alegre. Su torre de granito, en estilo gótico tardío, está formada íntegramente por bloques de piedra, sin un solo clavo. Esto la convierte en un prodigio de la ingeniería de la época, y le ha valido la oportunidad de entrar en el grupo de las 7 maravillas de Lovaina.
Enrique de Brabante también jugó un papel destacado en la historia de la abadía, al concederles a los monjes agustinos los terrenos donde posteriormente se ubicaría la abadía para establecerse en Lovaina, donde se encontraba la capilla de santa Gertrudis, aún no convertida en Iglesia. Este complejo se creó por la necesidad de nuevos espacios de culto en la ciudad, pues por aquel entonces el único templo de la ciudad era la Iglesia de San Pedro.
Desde que se establecieron, los agustinos no cesaron de prosperar, aunque un incendio durante el siglo XIV destruyó todos los edificios de la abadía, junto con otros 600 edificios de la ciudad. Salvo por este paréntesis ardiente, los edificios se fueron ampliando, remodelando y restaurando a lo largo del tiempo, hasta que en el siglo XVIII los franceses echaron a los monjes y pusieron fábricas a funcionar en los edificios, como una tintorería o una refinería de azúcar.
Esta función de la abadía se mantuvo hasta el siglo XX, cuando en 1912, el monje y profesor de la KU Leuven, Armand Thiérry, compró la abadía y comenzó su restauración. Aprovechando los escombros provenientes de casas durante la WWI, amplió aún más el recinto y los edificios del complejo, construyendo un ala nueva. Si en la WWI se aprovecharon fragmentos de otros edificios, en la WWII fue la abadía la que sufrió los bombardeos, destruyéndose varios edificios góticos, reconstruidos después de ésta. Como ya hemos contado otras veces, Lovaina y muchos de sus edificios históricos han sufrido de lleno las dos guerras mundiales. Numerosas placas en los edificios que fueron destruidos lo rememoran.
Otro de los aspectos más destacados del complejo, aparte de la iglesia y sus edificios, es su jardín central, un pequeño pulmón verde en mitad de un barrio de piedra. Varias de los árboles y plantas que lo habitan han sido declarados monumento, como un par de moreras negras del centro del patio. Si salimos desde la abadía y pasamos al lado de la iglesia, dejándola a nuestra derecha, llegaremos al pequeño beaterio, que cuenta con sólo una calle, con casas, ahora particulares, a un lado y otro de ésta.
Como veis, este barrio agrupa en menos de 5 minutos a pie, una iglesia, una abadía y un beaterio, además de otros edificios, bares, fachadas antiguas y más, que hacen de éste un lugar perfecto para visitar. No os lo perdáis, ni esto ni más viajes, con #ErasmusLovaina