Tras mi visita a Malinas, me quedaba todavía algo muy importante de lo que hablaros. Pero me parecía que se merecía un auténtico punto y aparte solo para hablar de ello.
En pleno centro histórico, de una ciudad antiguamente histórica como pocas, nos encontramos el “Grote Markt“, como a estos belgas les gusta llamar a la plaza principal. Es el centro neurálgico de la ciudad, y en ella, como no podía ser de otra manera, se encuentran los edificios más importantes para el pueblo: el Ayuntamiento a un lado, y la Catedral al otro. Pero también las diversas casas gremiales, hoy casi todas restauradas y transformadas en cafés, terrazas o restaurantes, pero que aún conservan en su parte más alta, una figura o símbolo que hace honor al oficio allí desarrollado durante años, (entre ellos vemos toros, ovejas, ángeles y otras formas que dejo a vuestra imaginación).
Si nos fijamos bien, el ayuntamiento llama la atención porque está formado por dos edificios, de estilos muy diferentes: por un lado, el “Palacio del consejo mayor” (donde hay que decir, que nunca se reunió el consejo mayor porque no se finalizó su construcción hasta el siglo XX). Por el otro, el “Lakenhal”, antiguo mercado de paños, con un campanario, que se quedó sin terminar cuando el comercio de paños empezó a decaer en el siglo XIV (sí, de aquella también se oía hablar de nuestra temida crisis), pero ahora es patrimonio de la humanidad de la UNESCO.
Escondida a un lado de la plaza, tenemos una curiosa estatuilla en bronce, en honor a “Opsinjoorke”, la particular mascota de la ciudad. Cuentan las leyendas, que antiguamente se llamaba “Sotscop” (Cabeza del loco) o “Vuilen Bruidegom” (Novio malvado), y el muñeco original, fabricado en 1647, era llevado por las calles del centro y lanzado al aire en un gran paño de lino durante los cortejos y las procesiones locales.
Sus particulares nombres, hacían referencia a todos los maridos borrachos que maltrataban a su mujer. En aquellos tiempos, el divorcio era inadmisible, y a falta de poder hacer más, las gentes castigaban así al muñeco, aunque solo fuera simbólicamente, lanzándolo al aire, por los pecados de todos esos inconsiderados cónyugues.
Sin embargo, su nombre actual, tiene una historia más graciosa: todo ocurrió un 4 de julio de 1775. Durante la comitiva en honor al aniversario 1000 de la veneración de San Rumoldo, el paño cayó en el público. Un espectador de Amberes, que estiró los brazos para protegerse del muñeco, fue acusado de querer robarse al Sotscop y así, reducido violentamente. La víctima extranjera, defendió su inocencia en una carta de protesta al juez malinense, exigiendo una indemnización. Como el Sotscop se había caído encima de un “sinjoor”, apodo de los habitantes de Amberes, adquirió pues el nombre de “Opsinjoorke”,que es el que finalmente se usa.
Esta claro, que la siguiente visita imperdible es la famosa catedral de San Rumoldo, que aunque nunca se llegó a completar su construcción, y varias guerras trastocaron el interior, no por ello es menos impresionante tanto su interior como su exterior.
La gran obra arquitectónica, se erigió en honor a San Romoldo, un monje irlandés que murió martirizado en este lugar. Lo primero que vemos quizás sean las bonitas vidrieras, y los 12 pilares que sujetan la nave central, cada uno decorado con la estatua de un apostol. El púlpito data del año 1723: representa “la caída del hombre” a la izquierda, y a la derecha “la salvación”. Es absolutamente bello con todos sus detalles tallados en madera. Además, podemos contemplar el famoso cuadro de “El cristo en la cruz” por Van Dyck.
Qué decir de su torre, a la que podemos subir, eso sí, ha de ser a pie pues no hay ascensor, y hay que decir que son 538 escalones hasta el pico, pero las vistas, desde luego merecen las agujetas.
Aquí en la torre, podemos acceder a rincones muy interesante como la sala del carillón con sus 49 campanas. (Cuidado no os pillen en pleno concierto). La mayor de todas, tiene nombre propio: : Salvator. Esta campana, fue fundida en 1498, pesa 8.800 kg y tiene 2,32 m de diámetro. Malinas es de las pocas ciudades, con escuela propia para este particular instrumento musical. De hecho, tal era la importancia del carillón para la ciudad, que la palabra rusa para carillón es “malinvji zvon”, que literalmente significa sonidos malinenses.
Ya al final de nuestra visita, creo que tenemos más que merecido el cafecito del final. Vosotros, por vuestra parte, no dejéis de visitar esta magnífica ciudad.