Ayer domingo cogí mi bici y me fui a dar un paseo aprovechando el soleado día. Mi idea era pedalear un poco por el conocido “huevo”: un paseo de tierra, césped, árboles y plantas que rodea la ciudad de brujas y se extiende a orillas del río.
Por ahí iba yo subiendo tranquilamente, desde la zona sur de la ciudad hacia la norte. Cuando me encontraba en el punto más este de la ruta divisé a lo lejos una alta figura. Enfrente mío se alzaba en lo alto de una pequeña colina y suspendido sobre cuatro pales de madera en forma de cruz, un precioso molino de viento.
Quedé sorprendida, todo este tiempo se me había olvidado la existencia de este bonito lugar. El más famoso de los molinos es conocido cómo “El Molino de San Juan” o en Flamenco “Sint-Janshuismolen”, este se mantiene aún en su lugar de origen, también muele grano y se puede visitar su interior: del 1 de abril al 30 de septiembre. Por la mañana de 9.30 a 12.30 y por la tarde de 13.30 a 17.00. Los lunes permanece cerrado.
A día de hoy se conservan un total de cuatro molinos, en la zona conocida como “Kruisvest”. Estos fueron construidos en el S.XIII junto a las murallas de la ciudad. Además, jugaron un papel muy importante en la economía hasta bien entrado el S.XIX. Estos molinos se encargaban de transformar energía eólica en energía rotacional, a través de sus “velas” o “palas”, y gracias a esta energía se podía moler el grano.
Os dejo por aquí la ubicación de los molinos para que podáis visitarlos.
Mi nombre es Luna, tengo 20 años y vivo en Madrid. En general soy una apasionada de la vida, de los viajes, el arte, la música, el baile, el surf, el mar, la escalada… todo lo que suponga una aventura para mí siempre será un SÍ.
Este semestre mi aventura comienza fuerte: me he mudado a Brujas ¡La ciudad de ensueño! Y aunque apenas lleve aquí una semana, os puedo asegurar que así es. Todas las calles están bañadas de un aura especial, casi mágica.
Recuerdo una de las primeras noches aquí, entre las vacaciones y la lluvia las calles estaban vacías. Paseando a la luz de las farolas, sentí como si me transportara a otra era… Los suelos empedrados, el musgo creciendo por las paredes de una gran iglesia gótica, cuyas vidrieras relucían con luz propia. Todo parecía salido de un precioso y enigmático cuento medieval.