Hoy os vengo a hablar de un museo, pero no de un museo cualquiera, sino de la cervecería De Koninck. Es una de las más conocidas de la ciudad de Amberes y aquí os traigo un poquito de su historia. En las afueras de la ciudad de Amberes, a lo largo de la carretera a Mechelen, había una posada ‘De Plaisante Hof’ (El jardín alegre). A pesar del agradable nombre, la posada estaba situada justo enfrente del famoso campo de la horca (ahora Albert Koning Park) donde, en la Edad Media, se ahorcaba a los asesinos y otros criminales. En este límite entre Amberes y Berchem, frente a De Plaisante Hof, había piedra que mostraba una mano levantada, que era una señal para los comerciantes que entraban en la ciudad para pagar el peaje. Esta «mano de peaje» ahora se muestra en el escudo verde del lado derecho de la fábrica de cerveza De Koninck. En estos días, todavía se puede admirar en la propia cervecería. La mano también se reconoce como el símbolo de la ciudad de Amberes, cuyo nombre (según algunos) se deriva del holandés para ‘mano’.
El 26 de junio de 1827, Joseph Henricus De Koninck, entonces esposo de Elisabeth Cop, compró De Plaisante Hof. Sin embargo, murió poco después y su viuda, que luego se volvió a casar con Johannes Vervliet, quien compró los bienes de la herencia en 1833. En ese momento Bélgica tenía apenas tres años (creada en 1830). Convirtió la posada en una fábrica de cerveza a la que llamó ‘De Hand’ (La Mano), después de la señal de peaje mencionada anteriormente. Para cuando Johannes Vervliet murió en 1845, el nombre de la cervecería era un éxito y su cerveza se había hecho muy conocida.
El nombre De Koninck apareció por primera vez con el hijastro de Vervliet, Carolus De Koninck, quien continuó con el negocio. Cuando murió en 1883, fue sucedido por su hijo François Joseph, y más tarde por su hija Josephina Joanna, como jefa de la empresa familiar. Las ventas fueron consistentemente buenas y la cerveza a base de cebada se había convertido en la bebida más popular en la ciudad de Amberes.
En 1912, el negocio familiar en la esquina de Mechelsesteenweg y Boomgaardstraat se transformó en una Sociedad de Responsabilidad Limitada, Brewery Charles De Koninck, con Josephina De Koninck como accionista principal. Florent Van Bauwel fue nombrado ejecutivo. Según los registros de la cervecería, Van Bouwel lo llevó tan bien, especialmente durante la Primera Guerra Mundial, que la señorita De Koninck lo favoreció para que se hiciera cargo de la empresa. En 1919, Van Bouwel se asoció con los Van den Bogaerts de Willebroek. Más tarde, Florent Van Bauwel y Joseph Van den Bogaert fueron sucedidos por sus hijos Joseph Van Bauwel y Modeste Van den Bogaert. Dominique y Bernard Van den Bogaert, hijos de Modeste, continuaron liderando la cervecería después de su muerte. En 2010, la cervecería se vendió a Duvel Moortgat Brewery, pero aún actúa como una marca autónoma dentro del grupo.
La cerveza insignia de De Koninck se llama ‘Bolleke’, y el nombre viene de ‘bola pequeña’ ya que el típico vaso para servirla tiene forma de una bolita partida por la mitad. A parte de la ‘Bolleke’, las otras dos cervezas más famosas de esta cervecería son la Triple d’Anvers y la Winterkoninck.
Actualmente, se puede visitar la parte del bar y puedes probar estas famosas delicias pero también puedes ir a la parte de museo para hacer un tour y aprender más sobre toda su historia y curiosidades. Es un lugar que merece mucho la pena, aunque tendremos que esperar a que abran los museos de nuevo…
Sin embargo, en su web, tienes disponible un tour interactivo y más información sobre De Koninck. Aquí la puedes visitar: https://www.dekoninck.be/en/
Espero que lo podamos disfrutar pronto.
Carla Junyent
¡Buenas! Mi nombre es Carla Junyent, tengo diecinueve años y vengo de una pequeña ciudad cerca de Barcelona, llamada Igualada. Estudio Psicología en la Universidad Autónoma de Barcelona y a partir de ahora empieza la mayor aventura de mi vida. ¡Empieza mi Erasmus en Flandes!
Mis principales aficiones son la música en todas sus formas, el teatro y viajar. Durante años asistí a clases de canto y de interpretación, y ahora canto en un coro de mi ciudad. Hablo catalán, castellano e inglés, y estoy deseando aprender algunas palabras de neerlandés y francés. Siempre que he podido, me he escapado para poder hacer un pequeño viaje o alguna ‘aventurilla’. Por eso, cuando se me presentó la oportunidad de hacer un Erasmus, no lo dudé por un momento.
Al principio, no sabía mucho de Bélgica, pero había oído hablar muy bien de ella, de su cultura, arquitectura, de sus bicis… Me empecé a interesar por esta opción de Erasmus y supe que tenía que hacerlo. Y ahora, ¡aquí estoy!