No es nada en particular. No es la manera en la que vas en zapatillas de estar en casa por la residencia porque es simplemente lo que se siente más natural. Tampoco es la forma en la que se te escapa decir que «vas a casa» cuando vuelves a la residencia después de haber hecho la compra. No es la sobremesa que te cura por dentro después de cada comida y cada cena; ni los «bonjour» en la cocina que tienen adjuntados esa sonrisa real que solamente se tiene cuando los ojos están pegados por las legañas. No creo que sea tampoco la forma en la que nos comunicamos simplemente si cambiamos nuestra manera de andar o si ese día hacemos ensalada en vez de revuelto. De verdad que no es nada en particular.
Pero hay algo en ese «nada» que hace que la particularidad sea sentirse tan en familia en un lugar tan lejos de España.
Los pasados 24 y 25 de diciembre muchas de las personas que convivimos cada día desde el 1 de septiembre nos quedamos en Ommegang para celebrar Nochebuena y Navidad. Son días que se prestan a estar en familia, a comer mucho y bien, hablar alto y actualizar los softwares internos de la vida de los familiares y amigos que hacía tiempo que no veíamos. Y eso fue exactamente lo que hicimos: estar en familia.
En Nochebuena quisimos organizarnos para asegurarnos de acabar con la tripa igual de llena (y el corazón igual de contento) que como cada 24 de diciembre. Por eso, nos dividimos por nacionalidades para que cada país ofreciera distintos platos a compartir y poner en el centro. De esta forma, acabamos sentándonos a la mesa rodeados de croquetas caseras, flan di zucchine, chuletillas de cordero con salsa de pimienta, una comida típica belga que consiste en un melocotón relleno de atún con salsa, comida típica navideña en Ucrania y Polonia como son los pierogi (en polaco), jamón ibérico y queso que simplemente fueron el «¡lo que quería!» de esta Navidad, arroz con leche y montones de pequeñas cosas más.
Comimos, brindamos, volvimos a comer, hablamos, y continuamos comiendo un poquito más.
Después de decorar el gran árbol que la residencia Ommegang puso en la entrada junto con varios adornos para que los pusiésemos como quisiéramos, ya comenzó la Navidad. Como no podía ser de otra manera, la comida del 25 fue básicamente la de la cena del 24 (cosa que extrañamente me hizo mucha ilusión), con la novedad de que los italianos hicieron gnocchi caseros con salsa de roquefort, y los españoles, paella. Para el postre, los italianos también hicieron Panettone, solamente que quisieron rellenarlo de mascarpone y recubrirlo con una capa de chocolate con leche. Lo sé, cuando un día es un día, qué gran día es.
Comimos, brindamos, volvimos a comer, hablamos, y continuamos comiendo un poquito más. Y qué maravilla.
La noche llegó más pronto que otros días y, después de jugar a mil juegos de mesa, cantar karaoke, darnos los regalos del Amigo Invisible (Secret Santa) y volver a hacer sobremesa, yo solo tenía en la cabeza el cliché más grande del mundo: qué regalo de Navidad estar aquí. Aquí de Erasmus, en la residencia Ommegang, en Bruselas y en Bélgica.
Aquí os dejo un pequeño vídeo con algunos fragmentos de esos dos días que espero que tengan un poquito de esa esencia navideña:
¡Muy buen día y muy felices fiestas!
Me llamo Marina Carrasco Valero, estudio Periodismo y Comunicación Audiovisual, y este primer cuatrimestre voy a ser vuestra corresponsal Erasmus en Bruselas. Durante los próximos cinco meses, voy a ser la pequeña puerta que os lleve a tocar, paladear, ver (aunque con un poco de miopía), oler y oír Bruselas. Juntos vamos a descubrir sus secretos, exhibiciones, conciertos, festivales…
2 comentarios
Que la Ilusión, la Esperanza y la Alegría que demostráis en estos días , os iluminen todo el Año!! Precioso post y muchas gracias por hacernos partícipes de esos momentos y sentimientos!! Feliz Año 2021, familia!!!
🎉🥂
Alejandro.
¡Muchísimas gracias a ti e igualmente, muy feliz año nuevo! 🙂