El veinticuatro de abril de 1992, miles de belgas observaban desde sus televisores lo que pasaba al otro lado del Atlántico. Dirk Frimout, astrofísico belga, embarcaba en el STS-45, una nave que la NASA construyó con motivo del ATLAS-1, proyecto para mediciones atmosféricas.
La figura del astrofísico dentro de la misión, que obtuvo datos determinantes para entender el clima y la atmósfera, desató una fiebre en su país de origen: la Frimoutmanía. Su exposición mediática, que duró ocho días, veintidós horas y nueve minutos (tres con dos millones de millas en 214 horas) lo convirtió automáticamente en un fenómeno como pocos científicos lo han sido jamás. Tazas, postales y camisetas con su cara, como un héroe de Marvel; el Principe Felipe de Bélgica organizó una llamada con él durante su semana en el espacio, y una reunión en Palacio a la vuelta en Bélgica, recibiendo el título de vizconde.
Fue el primer hombre en llegar al espacio desde la tierra de los gofres, la cerveza y, por supuesto, Tintin: sus coetáneos le apodaron “Professor Calculus”, en referencia a su parecido con el personaje de Hergé. Él era una persona introvertida que no sabía cómo lidiar con los medios. “Conseguí lo que traté de evitar”, declaró a su vuelta. Sin embargo Frimout (Poperinge, 1941) supo aprovechar su popularidad antes de que decayese para lanzar, a principios de los noventa, un mensaje unionista: “al principio trataron de definirme como flamenco, pero no, soy un astronauta belga”.
Dirk tiene setenta y seis años y dos hijos. Con la Fritmoutmanía oficialmente paliada, vive en su ciudad natal, con sus títulos (probablemente) en la pared. Su famoso bigote sigue, mientras tanto, estampado en las tiendas de recuerdos.