El Palacio de Justicia de Bruselas, en la parte alta de la capital de Flandes, es un edificio clásico de finales del XIX. La construcción llama la atención de los turistas principalmente por sus dimensiones (26.000 metros cuadrados de casas destruidas para conseguir el solar), que superan la de la Basílica de San Pedro de Roma y hacen que se adivine desde casi cualquier punto de la ciudad. Además de la cúpula que lo corona y la superficie que ocupa, el Palacio tiene otra característica propia: está rodeado de andamios desde 1982. Desde el gobierno regional han asegurado, el pasado noviembre, que el edificio podría liberarse de su entramado en 2028.
El encargo vino de Leopoldo I, Rey belga, que no vivió para ver levantar los cimientos. El monarca quería un monumento a la independencia judicial, fruto de un laicismo del que el Estado presumía. Joseph Poelaert, autor de otras edificaciones de corte en imperial en la capital -como la Iglesia de Nuestra Señora de Laeken o el Théâtre Royal de la Monnaie – fue el encargado de gestionar el proyecto, ya bajo el mando del Rey Leopoldo II – conocido, entre otras cosas, por cometer un genocidio en el Congo que diezmó, se estima, en diez millones la población de la por entonces colonia belga-. La construcción, inspirada en los templos clásicos, comenzó en 1866 y fue larga, lenta y tortuosa. El propio arquitecto murió antes de poder acabar el proyecto, en 1879 – por un derrame cerebral, se dice que fruto del agotamiento-. En cualquier caso, la construcción del edificio finalizó cuatro años más tarde, con acabados que distaban de la idea de Poelaert. Si bien se mantuvieron las referencias a las culturas clásicas no se pudo rematar el Palacio con una pirámide babilónica, como él quería, y acabó siendo una cúpula de cobre que los nazis quemaron en los últimos días de invasión de la Segunda Guerra Mundial, en 1944. La cúpula se reconstruyó, metro y medio más alta que la primera, tres años después.
El plan original de Poelaert pretendía culminarlo con una pirámide o zigurat babilonio (dibujo vía @Maria_Tejero) pic.twitter.com/aRJnnUL8T3
— Antonio Delgado (@adelgadoRne) 9 de noviembre de 2017
El edificio, hoy sede de los tribunales de justicia, nació rodeado de polémica. Por una parte, la decisión de construirlo pasó por expropiar y derribar 3.000 viviendas: los habitantes del barrio popular de Les Marolles, junto al Palacio, lo saquearon al poco de inaugurarse. Además, el presupuesto final terminó rebasando en más de 45 millones de francos belgas al inicial -4 millones-. La guinda del pastel pasa por las obras de renovación del edificio en la década de los 80, que dejaron el palacio de Justicia con la fachada llena de los famosos andamios.
En cualquier caso estos no impiden el acceso gratuito al edificio, que puede visitarse de lunes a viernes, entre las ocho de la mañana y las cinco de la tarde. Solo el vestíbulo tiene una altura alrededor de los 100 metros, a la altura de su historia. De los sótanos del Palacio, que incluyen despachos, calabozos en desuso y un laberinto donde no se recomendaba entrar ni a la seguridad del edificio, tal vez hablemos otro día.