¿Existe mejor regalo post navideño que la nieve? Flandes opina que no, y es que estos días nos ha sorprendido a todos con lluvias níveas y calles blancas.
Veréis, a mí la nieve me hace muy feliz. Supongo que habrá gente a la que la nieve no le causa ningún tipo de sentimiento o incluso los habrá que la aborrezcan. A mí me encanta. Me fascina el frío y en mi casa no es que nieve mucho precisamente… Así que cuando veo nieve la valoro como si se tratará de la lluvia de estrellas más increíble de todos los tiempos.
Todo empezó el jueves. Me levanté y los primeros copos estaban cayendo con intensidad. La cantidad de nieve cada vez era mayor y esa mañana los medios empezaron a especular si las calles se terminarían viendo blancas. Nevó a lo largo de toda la mañana, pero como bien previeron los meteorólogos, paró. Esa tarde, las calles parecían ya no recordar la nevisca.
Un día entero nos tuvo agonizando. Pero llegó. ¡Y vaya si llegó! Y esta vez para quedarse.
Ciudades como Brujas, Gante, Amberes y Bruselas quedaron blancas y las calles estuvieron durante todo el día de ayer repletas de muñecos de nieve, niños jugando y familias y amigos paseando.
Había paseado por los jardines del Atomium (para mí, uno de los mejores lugares de Bruselas) en plena primavera, con sus colores verdes intensos y sus flores brotando; en medio del verano, con su vegetación verde y su estanque repleto de niños jugando; durante el otoño con sus increíbles paisajes anaranjados y sus caminos repletos de hojas; y en invierno con sus paisajes fríos y su lago helado. Creía que había visto el parque Osseghem en todas sus facetas, pero me equivocaba. Aún me faltaba la mejor.
Soy Núria, una catalana de veintidós años que lleva esperando su Erasmus en Flandes desde antes de empezar la carrera. Me encanta leer, escribir y hablar. Escuchar también, me encanta aprender cosas nuevas. No podría vivir sin arte. Cuando estoy triste escucho música y cuando estoy feliz también. Amo comer, supongo que el amor por la comida me viene de mi padre. En mi casa, siempre hemos sido de probar platos típicos de otras culturas, y no solo eso, de aprender a cocinarlos también.
Desde los catorce, tuve claro a qué me quería dedicar. Mi sueño era bastante específico: estudiar periodismo en Madrid. Luego, llegó el bachillerato y con ello las clases de economía. Nunca pensé que me fuera a gustar algo así, pero vaya si me gustó… La economía me generaba una curiosidad tan grande, que la puse de primera opción junto con ADE. De esta forma, en 2016, empecé un doble grado en economía y ADE. Descubrí un mundo nuevo, y fui consciente de lo importante que era la economía para ayudar a la gente. Comprendí que los economistas son importantes, pero no para lo que cree la mayoría de la gente. Ellos pueden elaborar modelos para reducir la pobreza, extinguir la corrupción e incluso evitar guerras. A medida que aprendía más cosas, mi amor por la economía crecía. Hoy, la economía me apasiona, de esto no tengo ninguna duda, pero el periodismo aún forma parte de mí.