Para todo el mundo es complicado dejar su tierra natal atrás y comenzar una vida nueva en otro lugar. Y como yo no iba a ser la excepción también lo pasé mal a la hora de despedirme de mi familia y saber que tardaría en volver a casa, que ya no estarían a mi lado cuando me hiciesen falta y que tendría que cambiar por completo mi mentalidad a partir de ese momento ya que no sabía en absoluto a lo que me exponía. Pero todas estas preocupaciones desaparecieron en el momento en el que el avión comenzó a descender y finalmente aterricé en el Aeropuerto Nacional de Bruselas.
El hecho de ver todo soleado, el ansía de conocer que me deparaba esta tierra y sus gentes y el deseo de vivir «la vida Erasmus» hicieron que se me dibujase una sonrisa de oreja a oreja en la cara (hasta el momento en el que fui a tomar mi equipaje de mano y las asas se deshilaron y cayeron…en ese momento la sonrisa desapareció ya que tuve que llevar casi 12 kilos a pulso).
Como podéis imaginar el viaje desde Bruselas a Gante con el equipaje de mano roto fue bastante peculiar, por no decir cargante…pero al llegar a la estación de Sint-Pieters y ver la cantidad de gente joven que había, bicicletas moviendose de un lado a otro, la vivacidad que había hicieron que esa sonrisa se volviese a dibujar en mi cara. Y esta aumentó aun más cuando me dijeron que me quedaba en la residencia Home Vermeylen (es decir que no me tenía que mover de ahí, ya que el hecho de tener que irme hasta la otra residencia con los 40 kilos a rastras no me hacía mucha ilusión).
Al entrar en mi habitación pensé que estaba más bien en una habitación de hospital en lugar de en la de una residencia, aquello tenía menos colorido que un libro de «pinta y colorea» recién abierto. Y tras colocar un poco las cosas decidí llamar a un chico que conocí por facebook que también venía a Gante y llevaba ya 5 días, así que me presentó al 50% de la tropa española. Y como no, ese mismo día comenzó el mayor periodo de días seguidos saliendo de fiesta…así que quise ver como sería la calle de Overpoort por la noche y mirad si me gustó que repetí durante las siguientes 25 noches. Pero ya haré otro post sobre la vida nocturna en Gante de lo cual hay muchísimo que contar ya que Gante cuenta con más de 300 bares y algunos de ellos son realmente increíbles.
Tras aprender ese mismo día como pedir una cerveza en un bar belga sin ni siquiera abrir la boca y tras beberme unas cuantas me fui a la cama con la sensación de que no me había equivocado en absoluto de destino y que Gante me depararía grandes e inolvidables momentos. Y con esto finaliza mi primer día y mi primer contacto con la tierra flamenca del cual me acordaré toda la vida.