Una de las cosas maravillosas de Amberes es la cantidad de rincones ideales que puedes descubrir en la ciudad, desde luego le dan un carácter mágico y único a sus calles. El otro día ya os hablé de mi callejuela favorita (Vlaeykensgang) y hoy vengo a revelaros otro as bajo la manga: se trata de una majestuosa puerta blanca que te adentra en un espacio de ensueño: La Real Academia de Bellas Artes de Amberes.
La Real Academia de Bellas Artes de Amberes (Koninklijke Academie voor Schone Kunsten van Antwerpen) es una de las academias de arte más antiguas y prestigiosas de Europa. Fue fundada en 1663 por David Teniers el Joven, pintor de la corte de los Habsburgo, con el propósito de formar artistas en dibujo, pintura, escultura y arquitectura. Desde entonces, ha sido un centro fundamental para el desarrollo del arte flamenco y europeo, atrayendo a talentosos artistas de todo el mundo.
El edificio es impresionante, con una arquitectura clásica que impone y deslumbra. Con su imponente fachada y grandes ventanales, se evidencia su estilo neoclásico e influencia renacentista, que configuran una sede muy adecuada para la enseñanza del arte. Ha pasado por varias renovaciones, pero sigue conservando ese aire solemne de los grandes centros de arte. Lo mejor es que dentro se respira creatividad por todos lados: entre aulas, talleres y salas de exposiciones, siempre hay algo interesante que ver. Y si te gusta la moda, aquí está también la reconocida Academia de Moda de Amberes, que ha dado al mundo diseñadores icónicos como los «Seis de Amberes». Además, la academia está asociada al Museo de Bellas Artes de Amberes (KMSKA), con el que comparte una estrecha relación académica e histórica.
Ahora, hablemos del patio, que para mí es uno de los rincones más especiales. Es un espacio tranquilo, rodeado de columnas y con estatuas que parecen observarte mientras te tomas un café. Si tienes suerte y el clima acompaña, es el sitio perfecto para sentarte un rato, leer o simplemente absorber el ambiente artístico del lugar. En primavera, cuando los árboles empiezan a florecer, el patio se vuelve aún más encantador, como si fuera un pequeño oasis dentro de la ciudad. En definitiva, la Academia no es solo un lugar de estudio, sino un sitio lleno de historia e inspiración.