Seguro que los que habéis visitado alguna vez la capital europea os ha sorprendido la gran cantidad de puestos callejeros que encontrasteis en vuestro paseo. En toooda la ciudad se respira el aroma dulce de los gofres o el penetrante olor de las patatas fritas, eso cuando no nos topamos con un puesto de “escargots” (caracoles)… Con tanta comida deliciosa que persigue al viajero en su recorrido es imposible no caer en la tentación y picar algo.
Normalmente las friteries no se limitan a ofrecerte solamente patatas fritas, sino que también puedes acompañarlas con variados productos cárnicos: boulettes, fricadelle, mexicano… pero sin duda una de las mejores opciones para tomar con tus patatas fritas belgas son las carbonades flamandes.
Se trata de un plato típico flamenco a base de ternera guisada con cebolla en salsa de cerveza (no podía ser más belga). Normalmente se degusta en restaurantes de comida típica belga compitiendo en la carta con los mejillones, otro plato estrella belga, pero también hay alguna que otra friterie que lo tiene en su menú a un precio más asequible e igualmente delicioso.
Yo lo he encontrado en la céntrica Fritland (al lado de la Bourse, aquí) por unos 8 euros, y en el Fritkot Big Moestasje (frente a la Estación de Jette, aquí), por 6,5 euros (también ofrece un menú estudiante muy interesante).
Yo os animo a que os acerquéis a ésta última, os aseguro que está buenísimo y es perfecto para tomar en tranquilamente en los bancos de esta preciosa plaza o mientras descubrís la comuna de Jette. Merece la pena el paseo.