En la plaza de Laudezeplein, situada enfrente de la biblioteca central de universidad, se erige un monumento peculiar: una aguja de 23 metros de altura coronada por un escarabajo. Su apariencia contemporánea supone un contrapunto al estilo neo-clasicista imperante en los alrededores. Un oxímoron visual que me consta que no pasa desapercibido, es decir, que no soy la única que se pregunta a qué viene “este bicho ensartado en un palo”.
A raíz de su 575 aniversario, la universidad KU Leuven quiso regalar algo a la ciudad para expresar su conexión con ella. Cuatro años después, en 2004, se desveló esta escultura llamada “Tótem”. Su autor es el famoso artista belga Jan Fabre, nacido en Amberes en 1958. Dibujante, escultor, coreógrafo, guionista y diseñador de escenarios; Fabre se caracteriza por transgredir los límites del tabú social con sus obras.
El interés de Fabre por los insectos lo heredó de su abuelo, un renombrado entomólogo, siendo una fuente de inspiración para numerosos trabajos. Así, eligió al escarabajo como tótem, que representa tanto un punto de encuentro como un símbolo de una realidad diferente, más allá de nuestra percepción. Alude a la memoria de la naturaleza frente a la memoria humana, encarnada en la biblioteca. El artista se sirve de una facultad imprescindible en los dos ámbitos, la imaginación, con la que homenajea al conocimiento, la belleza y la ciencia.