Cuando buscas en Google “cosas típicas de Bélgica”, aparecen todos los clichés que ya habíamos oído (incluso antes de venir): cerveza, chocolate y «pralines», gofres, galletas Lotus, mejillones, patatas fritas, cómics… Pero algo que siempre se olvida pese a su importancia, son los trenes. Sí, este medio de transporte juega un gran papel en la historia belga desde 1835 (hablaremos de ello más tarde). En Schaerbeek, al norte de Bruselas, un gran museo le rinde homenaje. Bienvenidos a “Trainworld”.
Se encuentra, como no podía ser de otra forma, junto a la estación de trenes de Schaerbeek. La forma más fácil de llegar es evidente: desde Bruselas Midi, Bruselas Central o Bruselas Norte se tarda minutos; y es muy fácil acceder desde otras ciudades. Abre al público de martes a domingo de 9 a 17h y admite visitantes hasta las 15:30. Aun así, es conveniente reservar con antelación.
“Vale, gracias por la información, ¿pero, qué puedo ver ahí?”– pensaréis.
Y tenéis razón, ni siquiera os he contado todavía por qué vale la pena venir. He de decir que el museo va de menos a más, así que no os decepcionéis si al principio no resulta tan espectacular.
El recorrido empieza con una exposición temporal sobre cómo los ingenieros belgas y franceses construyeron la primera línea de ferrocarril en China. Continúa en el exterior, donde encontrarás el tren-restaurante y piezas de locomotoras.
Después entrarás en otra nave más amplia y mejor ambientada, con fondo negro y “efectos especiales” de luz y sonido. Varias proyecciones de vídeo recrean la expansión del ferrocarril por Bélgica y Europa.
En las salas se suceden locomotoras enteras, reconstruidas e incluso originales, junto a cuadros, libros, fotografías y todo tipo de objetos de estación imaginables: relojes, semáforos, señales y barreras, raíles…
La visita sigue más o menos la línea temporal, con excepciones, pero es visible la evolución en tecnología, aspecto y rapidez de las locomotoras. De hecho, si algo falla en la organización del museo, es que los elementos de la exposición temporal sobre China están repartidos por el recorrido sin orden cronológico claro.
Por lo demás, destacaría sin duda la experiencia sensorial del interior. Algunos trenes están decorados con muebles, objetos personales y maniquíes y se pueden recorrer por dentro. La señalización expuesta funciona realmente y emite sonidos, lo que te sitúa mentalmente en una estación. Las diferentes alturas también contribuyen a esa sensación. Además, resulta curioso que aparte de los años y nombres de los trenes, indiquen su velocidad máxima, ya que ahí se palpa verdaderamente el progreso de la ingeniería belga con los años.
Desde luego, una visita que no te puedes perder si te gustan los trenes o su historia. Y aunque no seas fan del mundillo, te entretendrás y aprenderás bastantes datos y anécdotas que vale la pena oír. De hecho, en octubre inauguran una nueva exposición sobre el famosísimo Orient Express. Más tarde, puedes pasear por el barrio de Schaerbeek, o acercarte al Atomium en Laeken para completar el día.
¡Nos leemos pronto!
Me presento, me llamo Julio Yustas, tengo 23 años y voy a ser parte del equipo de corresponsales que, durante el próximo semestre, va a intentar que disfrutéis de Flandes al menos tanto como nosotros.
Vengo de Valencia, donde estudio el Máster de Ingeniería Industrial en la Universitat Politècnica de València. Durante los dos próximos años, disfrutaré de Bruselas gracias a un acuerdo de doble titulación por el que estudiaré el Máster en Ingeniería Electromecánica en la Université Libre de Bruxelles (ULB).
Me considero una persona bastante proactiva y es difícil que no me encontréis embarcado en alguno de mis múltiples proyectos. Mi tiempo libre lo dedico principalmente a pasar tiempo con mis amigos, viajar, la fotografía y la cocina.