Si los largos y sinuosos pasillos de Le Berger enmoquetados en rojo, los nombres de mujer en letras doradas en las puertas, o el tamaño y la estética de las habitaciones no te hacen sospechar durante tu estancia, nosotros te lo desvelamos: el Hotel le Berger fue lo que llaman un “hotel de rendez-vous”.
Situado en la zona de Porte de Namur, este céntrico y recién reformado hotel, algo escondido de la zona comercial de Saint Boniface, abrió sus puertas en 1933 con el objetivo de servir de “hotel de citas”, o como ellos dicen “un conjunto de habitaciones deliciosamente hermosas y confortables que podían alquilarse durante algunas horas o incluso una noche, con el fin de citar a una amante en la mayor discreción”. Sin embargo, para aquellos que ya hayan echado a volar su imaginación, aclaramos que su fundador, Gabriel Duhoux, dejó bien claro la prohibición de acceso “a las mujeres de moral ligera”: el hotel no nacía con pretensiones de convertirse en un burdel.
El Berger conserva hoy en día detalles característicos de la época, testigos del afán de discreción: dos ascensores, uno para entrar en el hotel, otro para salir, que permitían a los clientes no cruzarse por ejemplo. No existía un hall de entrada, como hoy, sino que el personal del hotel conocía de la llegada de nuevos clientes gracias a un timbre activado al detectar movimiento en las escaleras.
Este establecimiento se convierte en una verdadera institución de Bruselas, donde sus decoración Art Deco seduce, además de a numerosos amantes, a fotógrafos, cineastas, artistas… Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de su gerente por mantener el hotel con su decoración original, este es condenado a ser destruido en 2010. El conjunto del barrio es objeto de proyectos de renovación inmobiliaria y el Berger, con su aire desfasado, constituye un obstáculo.
En el último momento, Isabelle Léonard, una historiadora del Arte enamorada del Berger, decide iniciar una campaña para salvarlo de la demolición. Junto con la ayuda de un famoso hostelero, consiguen su objetivo y renuevan el Berger intentando respetar lo más posible su estética años 30.
Como os podéis imaginar se cuentan miles de historias acerca de la leyenda del Berger. Entre aquellas que resultan verídicas se encuentra que el hotel albergó un escondite secreto y subterráneo donde se ocultaron durante la segunda guerra mundial soldados que desertaron y fugitivos, o que el mismo hotel fue ocupado por oficiales alemanes.
En la actualidad es un hotel que ha intentado conservar efectivamente la estética años 30, añadiendo dibujos modernos de estética voluptuosa, incluso con decoración algo exagerada como las largas cortinas de terciopelo rojo en el restaurante o el papel de pared kitsch (que ya no se ve por el mundo).
Muy recomendable: su cafetería/bar. Muy buenos cócteles y bastante ambiente a partir de las 11.
Cuidado: Las habitaciones son bastante estrechas (el amor no necesitaba más), y dado el ambientazo de noche, es mejor no coger habitaciones en la primera planta.