¡Buenas tardes Erasmus!
Ayer me llevé una decepción enorme en Brujas: el museo Choco-history estaba cerrado a causa de la COVID-19. El chocolate es sin lugar a dudas mi dulce favorito, hasta el punto que anteayer compré un típico suikerbrood belga (como un bizcocho) con gotitas de chocolate (lo que se sale de los estándares de «lo típico»). Esto para que entendáis mi amor por el chocolate y empaticéis con mi decepción… 🙁
El museo que cuenta la historia de este esencial ingrediente no era visitable pero decidí que mi trayecto hasta Brujas no sería en vano. La semana anterior ya había visto el centro histórico y los highlights de la Venecia del norte así que decidí hacer una ruta alternativa y más calmada por una de las zonas más tranquilas de esta ciudad: el barrio de los artistas y de los molinos…
Paso a paso por el barrio de los artistas
Partiendo del museo Choco-history si vamos paseando hacia el este, dirigiéndonos a la antigua puerta medieval de Dampoort, encontraremos algunos rincones poco transitados llenos de historia. Uno de ellos es la plaza Van Eyck: en ella hallaréis una gran escultura de este pintor que vigila atentamente la que antaño fue el «Manhattan» del período borgoñón.
Este período entre los siglos XIV y XV fue un momento en qué Brujas vivía una eclosión comercial: en esta plaza había una actividad frenética pues se cargaban, descargaban y se pesaban mercancías y, aún más importante se pagaban los impuestos. Este espacio dedicado a las transacciones comerciales lleva el nombre de Van Eyck porque cerca de este lugar se guardaron en el siglo XVIII muchas obras de los primitivos flamencos, muchos de los cuales decidieron establecer su residencia en este barrio. De hecho, a pocos minutos de la plaza encontraremos la Iglesia de San Gil, que se considera el núcleo del barrio de los artistas. En su misma calle el mismo Van Eyck tenía su estudio y el mismo Hans Memling y entre otros primitivos flamencos fueron enterrados en el reciento de la Iglesia.
Después de callejear por este apacible barrio el paisaje cambió de tercio pues llegué hasta el Langerei, el que sería mi guía en lo que quedaba de recorrido. Este canal fue muy importante para la riqueza comercial de Brujas: comunicaba la ciudad con la salida al mar gracias a una esclusa en el actual pueblo de Damme. En un día soleado las casitas se duplican en las aguas tranquilas hasta que llegamos al canal de Damse Vaart, el inicio de la segunda parte de este paseo de cuento en Brujas.
Bicicletas y molinos en Damse Vaart
Pese a que hice el paseo del Damse Vaart a pie, creo que la mejor forma de disfrutarlo es en bicicleta. En este camino a las orillas del canal encontraréis espacios verdes, álamos y cuatro molinos de viento que se levantan en los pequeños montículos del trayecto.
Esta ha sido la primera vez que he visto la típica imagen de los Países Bajos, aunque la verdad es que con lo que hoy podemos observar podemos solo hacernos una pequeña idea de cómo era este paisaje en el siglo XVI. En esa época había más de veinte molinos, que poco a poco fueron desapareciendo. La explicación de este cambio económico y paisajístico fue la reducción del consumo de pan versus el incremento del de la patata y, a la vez, la imbatible competencia de la máquina de vapor.
Ya veis que aunque no haya chocolate en vuestro plan, en Brujas es fácil endulzaros el día con sus paisajes y vistas bucólicas cargadas de historia. Espero que la próxima vez pueda hablaros de la tradición del chocolate belga, pero de momento me conformo con las pequeñas chocolatinas que compré en el Markt.
¡Un abrazo!