Brujas ofrece al visitante mucho más que sus canales. Solo hace falta alejarse un poco del ajetreo turístico del centro. Nada excesivo, no os preocupéis, solo caminar un cuarto de hora sin dejar de disfrutar del ambiente típico flamenco, hasta llegar a una de las antiguas puertas de la ciudad, la Kruispoort (o puerta de La Santa Cruz).
Antes incluidas dentro de la muralla, que es hoy anillo verde de la ciudad, Brujas conserva cuatro de ellas. Cuando la atraveséis contempladla y dad la vuelta, os habéis pasado. Es al lado de esta, en el Kruisvest, donde se levantan, sobre onduladas colinas verdes ideales para un picnic, cuatro molinos.
En el siglo XVI la zona estaba repleta de ellos y llegaban al número de treinta, pero las innovaciones técnicas y los cambios en la alimentación popular acabaron con ellos a partir del siglo XVIII. Sin embargo, aun hoy uno de ellos está activo, el Sint-Janshuismolen, que es además visitable.
Este pequeño pedacito de historia (data de 1770 y se mantiene en su lugar de origen) sigue en funcionamiento, con sus inmensas aspas haciendo girar el su vetusto mecanismo. ¡Sube las estrechas escaleras de madera y contempla el paisaje desde lo alto!
Desde esa altura se pueden apreciar entre las aspas las diferentes torres que dominan Brujas y más a la derecha la torre del Gremio de los Arqueros de San Sebastián que data de hace más de 600 años y sigue activo con sus más de 120 miembros.
En su interior, además, podréis aprender de boca del molinero todo tipo de rudimentos técnicos, así como una demostración de cómo se muele el grano. La entrada cuesta solo 2 euros y las vistas merecen la pena tanto del lado del centro de la ciudad como sobre el resto de molinos que adornan el anillo verde a orillas del canal.
El resto de molinos del conjunto no son visitables actualmente, pero juntos forman una estampa inigualable, y os regalarán un paseo delicioso. Os lo aseguro.